02.

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Gian O'Conner

Cuidaba que el café no resbalara de mis manos, o que alguna gota del mismo cayera de la taza, de camino al set donde hace unos minutos salí.

—Quiero un café, ¿Puedes traérmelo?— pregunté a mi mismo copiando el tono de Kent Schell. 

Me quejaba sin darme cuenta, pero es que era muy desesperante.

Solté irritado. —¡Y te puse uno y medio de azúcar, no dos!.

Crucé con coraje la puerta del set, pero oh sorpresa, Kent no está aquí, solo las demás personas que si somos responsables y educadas.

No puedo creer que no ha pasado ni una hora y ya lo detesto.

—¿Dónde está?— pregunté.

Otra chica que, irónicamente es una los asistentes de los actores, me respondió con timidez.

—Me pareció escuchar que, quería que lo llevases a su camerino.

Miré hacia abajo, y evité no gritar de la irritación, no soy su sirviente, ¡Soy el que añada la magia a su papel, no un secretario mal pagado y explotado!

Sonreí aplastando mis labios. —Gracias.

Volví a salir de ahí, ahora en busca de los camerinos de los actores.
Pasé entre varios pasillos hasta llegar a la zona donde todos los actores se preparan en privado.

Busqué y busqué entre los cuartos, hasta que ví una puerta con las iniciales K.S.

Sigo luchando por mantenerme amable y educado, no me gustan las peleas, no por miedo, por el simple hecho de que me da pereza tener que enojarme por problemas y gritar sin necesidad, prefería evitarlos a toda costa y llevarme la vida bien.

Entrar sin permiso es una falta de respeto, pero me la debe.
Abrí la puerta y me di entrada al camerino, pero al hacerlo, lo que ví fue diferente.

El actor Kent Schell recargando sus brazos en el escritorio del espejo, restregando su cara, al mismo tiempo que su cabello se veía alborotado como si alguien hubiera llegado a jalarlo.

—La puerta se toca antes de entrar, ¿Sabes lo que es la privacidad?— cuestionó con la respiración cansada, más bien, como si solo estuviera aquí a la fuerza.

—Yo ni siquiera debería estar aquí— susurré entre dientes.

Luego hablé con claridad. —Lo sé, pero aquí está su café.

Se miró al espejo y tomó una respiración demasiado profunda, simplemente se peinó de vuelta y se giró, fingiendo que lo que acabo de ver nunca sucedió.

Caminó hacia mi lentamente, hasta que miró el café por arriba.
Elevó una ceja como reacción y así como vino a mi, volvió a su silla.

—Ya no lo quiero.

—¿Qué?— pregunté alterado, oh no, él no dijo eso.

—Que ya no lo quiero— volvió a decir dándome la espalda sentado —puedes irte.

Trabajar en el cine significa ser atropellado por algún actor o actriz, y por más que uno de ellos te trate mal, te saque de tus casillas o intente humillarte, no puedes decir nada.

En el mayor de los casos, son las estrellas quienes terminan ganando, una casa productora preferiría mil veces perder a alguien de producción y reemplazarlo, que perder a una estrella.

Asentí sin estar de acuerdo y salí de ahí, sin decirle nada, sin necesidad de gritar. Para bien o para mal, me gustaba más irme de las posibles discusiones.

Detrás de la Pantalla (O'Conner #2/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora