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Gian O'Conner

Bostecé por centésima vez en el día, casi.
Mis pensamientos durante hoy estuvieron demasiado revueltos.

¿Estaba agradecido con Kent ?, ¿O fue muy inapropiado que me llevara así como así?

Aún no descifraba en si lo que me hizo fue bueno o no, y ya no quería preocuparme por ello.

Pero sus palabras, sus malditas palabras.

"Pude haber hecho mil cosas con tu cuerpo si hubiera deseado, pude haberte despertado con otros métodos placenteros, pero no haré nada hasta que salga de tu boca que también lo quieres, no me importa cuántas veces tendría que seducirte para eso".

Su respiración estando cerca de mi, y su voz que se introdujo a mis oídos como una dulce melodía ronca por haber despertado apenas, fueron una combinación perfecta para que yo imaginara, ¿Qué habría pasado si ayer hubiéramos hecho algo más que dormir?

Estaba confundido, ya no era un secreto que me sentía muy atraído por él. Pero, ¿Me gusta? ¡Necesito aclarar mis ideas!

Me estiré en mi silla, ya necesito ir a casa.

—Las once— escuché de alguien.

Cada hora, alguien venía a decirnos qué hora era, y nosotros teníamos qué cumplir con nueve horas laborales, cuatro en el día, cuatro en la tarde y una parte de la noche.

Pero yo prefería trabajar todo el día, no tenía nada más qué hacer.

Y no había nadie más en el estudio, quizás, no había escuchado a nadie estar aquí, solo vinieron a avisarme a mi al parecer.

—¿Ya nos vamos?— esta vez, el alemán que ha alterado mucha parte de mi, apareció por la puerta.

—¿Disculpa?— pregunté —¿Que no los actores terminaron las grabaciones?

—Estoy aquí por ti— dijo entrando al estudio —ya llevé tu auto a tu casa, por cierto, bonita casa. Solo regresé para llevarte a tomar algo.

Reí negando, ¿Desde cuándo le gusta hacerme bromas?

—Por favor, ya vete, Kent, yo me iré luego, ¿Crees qué te daría mi auto? Jamás.

Se cruzó de brazos sonriendo. —Entonces, ¿Dónde están las llaves?

Metí la mano en el bolsillo seguro de sacarlas. Pero no las sentí. Busqué en el otro para asegurarme. Nada.
Miré el escritorio, el suelo, la silla, todo, busqué por toda mi ropa, no tenía mis llaves.

El sonido de un par de ellas vino a mi desde Kent, cuando lo miré, pude verlas en sus manos.

—¡¿Cómo pasó esto?!— grité alterado —¿De dónde las robaste?

—Yo no las robé, tú me las diste— las lanzó a mi —debes poner más atención a tu entorno cuando trabajas, te pierdes mucho.

—¿Por qué lo llevaste? ¿Ahora cómo regresaré?

Suspiró. —Dije que iría a invitarte algo de tomar, incluso un café de la noche, pero voy a llevarte, luego te dejaré en casa.

—Estás loco, ya tuve suficiente contigo— me defendí —y ya vete.

Encogió los hombros despreocupado. —No hay autobuses a esta hora, ¿Qué vas a hacer? Los taxis no están permitidos en los estudios.

Lo miré controlandome por no matarlo. Maldito. Él planeó esto.

—No. Voy. A ir.— solté entre dientes.

[...]

—¡Y llegamos!— dijo Kent alegre, estacionando su auto fuera de un café nocturno.

Detrás de la Pantalla (O'Conner #2/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora