J + L = ?

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8 meses después

¿Existía una mejor forma de iniciar el día que esa?

Jennie dejó caer la cabeza hacia atrás aferrándose fuertemente a las sabanas, se retorció en su lugar sin saber cómo sobrellevar el placer que estaba sintiendo así fue bajando sus manos hasta enredar sus dedos en la cabellera dorada de su esposa, intentó no tomarla con fuerza para evitar hacerle daño.

Sentir la cálida y húmeda lengua de Lisa haciendo estragos en su entrada no hacía más que volverla loca, la estaba torturando con aquellas lamidas que recorrían sus pliegues sin darle tregua, añadió su dedo pulgar tocando su punto más sensible.

Mientras su esposa lamía, mordía y succionaba con ahínco, Jennie no podía hacer más que gemir, la respiración que la rubia golpeaba contra su sexo, la zona más íntima de Jennie era  como el cráter de un volcán en erupción: caliente y húmedo. Lava en estado puro.

Lisa jugueteó con sus pliegues, disfrutando de la sensación aterciopelada de sus labios hinchados. Recreó la forma en cómo gemía, de forma casi inaudible, se guiaba por los tirones en su cabello, sin dejar de acariciar sus muslos.

LLegó un momento en el que la rubia podía sentir la tensión en cada parte de su anatomía. LLevó su dedo corazón a la entrada y empujó hasta que lo tuvo dentro, esperó un momento para que se adaptara en su interior estrecho, cuál chimenea volcánica, y lo curvó hacia arriba.

La rubia sabía que tardaría por lo menos un minuto en deshacerse en su boca, succionó su clítoris, arañó su monte venus y la acompañó mientras alcanzaba el orgasmo. La pelinegra la abrazó con las piernas tan fuerte que le fue incapaz de apartarse, catapultandola a un segundo clímax.

— Un día de estos vas a matarme Lisa — Aflojó el agarre para que la rubia pudiera llegar a su altura — Eso fue... maravilloso — Mantenía los ojos cerrados disfrutando de los efectos de su orgasmo, se sentía como si estuviera flotando en una nube.

— ¿No es una buena manera de despertarte? — La sintió besar su rostro, importandole poco que hace menos de un minuto estuviera entre sus piernas.

— Me parece fantástico señora Manoban — Se giró un poco para atrapar entre sus dientes los carnosos labios de su esposa — Puedes hacerlo cada vez que te plazca — Susurró sobre sus labios mientras introducía su lengua en la cavidad bucal de la rubia.

— ¡Maldición! — Lisa protestó al ver la hora en el reloj — Odio tener que irme — Se dejó caer en la cama aún con su pijama puesta. 

— Vamos a desayunar mi amor — Jennie acarició su mejilla, su esposa si que era preciosa — Deja que yo lo haga, por mientras bañate — Hizo ademán de ponerse de pie pero la rubia la tomó de la muñeca.

— ¿Piensas ir así? — Se burló de ella cuando vio sus mejillas arder, a pesar del tiempo que llevaban juntas, Jennie siempre se ponía roja cuando Lisa le hacía un cumplido o una broma subida de tono.

La vio ponerse un boxer y tomar una de sus camisas, Jennie sabía perfectamente que era un conjunto que a Lisa la volvía loca. La rubia negó divertida cuando su esposa salió de la habitación meneando las caderas provocativamente.

Se puso de pie aún con el recuerdo de lo sucedido minutos atrás, Lisa jamás se cansaría de Jennie, así pasaran 20 años más. Se dirigió a la ducha en dónde se despojó de su ropa, dejó que el agua la despertara por completo.

Habían pasado los mejores meses de recien casadas, muy pocas veces discutían pero en realidad siempre terminaban en la cama pidiendose disculpas mutuamente. La luna de miel no pudo ser mejor para ellas, habían pasados dos semanas maravillosas en Tulum, Quintana Roo. A las dos les habían encantado y deseaban visitar de nuevo el país.

La chica del árbol [JENLISA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora