Once

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Era la segunda vez que Keith acababa en una camilla por su culpa, por la de James.
Por tener que protegerlo.

Muchos habían acabado peor que el azabache, los gritos, los llantos, todo se colaba por las cortinas de tela blanca, impoluta, esas que separaban unas camillas de otras.

La figura serena, elegante y esbelta de la vampiro reina, la que mandaba sobre la colonia, la personificación de la paz y la seguridad paseaba entre camas, su ropa fina y delicada había sido sustituida por un uniforme blanco que la hacía resaltar y alargaba su cuerpo.

Los tacones de la mujer de piel morena y cabello blanco resonaban en la estancia, todos se inclinaban a su presencia, por respeto, mientras ella con gestos les pedía que parasen, había desplegado a su ejercito especial, los sanadores.

Allura no era una vampiro diseñada para la guerra, aunque se había visto obligada a dominar ese arte, y por mucho que le molestara admitirlo, sus años de entrenamiento habían dado muy buenos frutos, convirtiéndola en uno de esos seres letales de leyenda.

Pero su verdadera naturaleza era más pura, sus instintos le permitían tener poderes curativos, que si bien estaban poco extendidos o eran poco conocidos, eran realmente poderosos.

La albina no sólo se centraba en tener buenos soldados por lo que pudiera pasar, también contaba con expertos en sanación y con libros antiguos que recopilaban los conocimientos que pasaron de unas generaciones a otras y los nuevos conocimientos.

Su presencia daba calma y esperanza, y nada más caminar en el pasillo hacía uno de sus pacientes favoritos, hizo un despegamiento de aquellos que al igual que ella habían obtenido el don de hacer que las heridas desaparecieran o se convirtieran en algo menos serio, todo con ayuda de medicina humana, pues si bien podían curar.., podían morir si excedían en el uso de sus poderes.

Los tacones de la albina pararon junto frente a la cama de un azabache que se había desmayado después de hacer una de las conexiones más antiguas y poderosas que ella había visto en su vida.

-Lance, hizo vínculo, pero.., es muy raro que un humano, aunque sea un guardián haga vínculo con una reliquia así,_la albina intentaba reconfortar al vampiro, que no se había movido del lado del azabache, Keith seguía dormido, sin ninguna variación, estaba en un plácido sueño, del cual despertaría en cualquier momento.

-¿Quieres decir que?, la culpa fue de ese colgante medio andrajoso,_le respondió el cubano, tenía cogida la mano del ojivioleta, su vínculo no funcionaba y eso lo ponía nervioso.

-Lance,_Allura le dio un golpe suave en la frente a modo de regaño,_esa reliquia no es un colgante andrajoso, es una reliquia elemental, la del fuego, adoptará la forma que mejor se adapte a su dueño, hace más de 3000 años que no encuentra a un dueño, es muy poderosa y su leyenda dice que no distingue entre guardianes o vampiros, es un arma muy poderosa y destructiva, su conexión con ella debería de haberlo agotado, no sé ni cómo consiguió moverse o usarla para atacar,_le respondió la mayor, ese misterio deberían de responderlo cuando Keith despertase.

-¿Qué quieres decir con que lo agota?, entonces no debería de usarla,_el morenito no había soltado la mano de su guardián en todo momento, que estaba un pelín fría, y Keith siempre era cálido.

-No es que vaya a agotarlo siempre, no es como la conexión que tienes con él, es de otro tipo, es irrompible, como la vuestra, pero no se va a cortar, la vuestra desaparece cuando uno de los dos está inconsciente o muerto, o en el caso de Keith ahora dormido, hasta que no se despierte nada,_la albina le acarició la cabecita al azabache con cierto cariño, ordenando un poquito sus mechones rebeldes.

-Pero yo mantengo el vínculo hasta cuando duerme,_la albina parpadeó varias veces, era raro que ese par de críos pudieran hacer eso, ni siquiera deberían de haber formado el vínculo aún,_¿segura de que está bien?,_y si, estaba muy preocupado.

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