2030Llovía en el exterior de la gran iglesia. Desde el techo, justo sobre el altar donde el reverendo Kim había dejado su alzacuello, pequeñas gotas caían rítmicamente provocando un constante eco.
Los ojos del niño fueron iluminados por la estruendosa tormenta que trajo un sin fin de relámpagos cargados de electricidad. Electricidad que erizaba la lana en el suéter del niño.
Ojos verdes.
Hermosos ojos verdes cargados de horror.
No era justo que una mirada tan joven y dulce se viese corrompida por tal atrocidad.
El reverendo había salido corriendo, gritándole que no se moviese del lugar donde se encontraba. El niño obedeció. Quizás porque su pequeño cuerpecito estaba paralizado, de no ser así, él se hubiese arrollado en un rincón mientras dejaba escapar el crudo grito que subía y subía en su garganta, pero que nunca liberó.
Sangre.
Sangre brillosa y opaca en medidas iguales. Esta se derramaba a cada segundo, formando un charco que estaba a punto de tocar los bonitos zapatitos del niño.
Su madre le había entregado esos zapatos con felicidad. Fue una suerte que el hijo menor del patrón en la casa donde la señora limpiaba, se hubiese encaprichado con un par de zapatos que, al final, resultaron quedarle demasiado ajustados.
El niño adoraba ese calzado, nunca había tenido algo tan caro como aquellos zapatos. Pero ahora prefería echarlos a la basura. Después de todo, iban a ser un desencadenante para el recuerdo mortífero de esa tarde tormentosa.
-Puedes hablar cuando estés listo, chico-. Le dijo un policía alto y robusto, media hora después de que encontrasen el cuerpo en la Iglesia.
Las sirenas de colores se reflejaban en el asfalto mojado. Un paraguas cubría la cabeza del niño. Él miró más allá de todo, sin escuchar al policía, casi esperaba ver a su madre llegar hasta él para alejarlo del murmullo que provenía de las personas paradas detrás de la cinta amarilla.
Eso no sucedería.
Su madre no vendría por él. Nunca más.
Porque su madre estaba abierta por el abdomen, un tajo que atravesó sus costillas y llegó a perforarle la vejiga, aun desangrándose en el suelo de la Iglesia, mientras el equipo forense buscaba cualquier indicio que identificase al asesino.
El niño no iba a hablar. No podía decir lo que había visto, tampoco es que lo tuviese muy claro.
-¡Sun!- gritó una voz osca. Su abuelo, el doctor Park, estaba cruzando la vereda, atravesando el cumulo de espectadores y levantando la cinta para pasar debajo de ella.
Sun le miró, su boquita abierta, los ojos verdes vibrando... vacíos. Entonces lloró.
Se abrazó al pecho del anciano y gritó desgarradoramente. Sollozó con fuerza y desgano. No quería llorar, era un chico fuerte, pero no podía detenerse.
El señor Park palmeó la espalda del pequeño, repitiendo contra el oído del niño "Estoy aquí".
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ETERNUM
Fanfiction🌙3ra parte. Estoy tan cansado de buscarte, encontrarte y volverte a perder. A veces creo que no puedo seguir con esto. Pero continuo, te sigo a todas partes y en cualquier tiempo, porque esto es lo que soy, eternamente tuyo. 🌙Hermosa portada...