7. Monstruos que temen a otros monstruos

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2030

Existió una vez, hace mucho, mucho tiempo, un vampiro que necesitaba alejarse de lo que conocía para poder encontrarse a sí mismo.

Un día, una amiga le dijo que no existía mejor sensación para un muerto que el respirar en un día frío. No fue algo que pudiese creer, siquiera comprender. Pensó que eran palabras sin sentido, dichas por una mujer que estaba cansada de la eternidad. Pues resultó que Hyuna tenía razón.

Ella siempre tenía la razón.

El vampiro se encontró rodeado de nieve, en una ciudad donde nadie hablaba ninguno de los dos idiomas que conocía. Pero se detuvo abruptamente en mitad de una calle concurrida, los comercios estaban abiertos hasta altas horas de la noche debido a la víspera de año nuevo. Los padres llevaban a los niños hacia cada tienda donde existiesen juguetes, las madres buscaban ropa de última moda para sus hijos adolescentes, y los jóvenes daban paseos largos mientras miraban las luces festivas de la ciudad.

Entonces el vampiro lo intentó, cerró sus ojos, aflojó los músculos y respiró hondo, hasta que el aire congelado se apoderó de su cuerpo. Cuando despegó los párpados, se fijó en que cada persona viva a su alrededor también estaba respirando el mismo aire puro y frío. Se sintió parte de ello, de ellos, a pesar de estar muerto.

Pero así como algo bueno sucedió, algo malo le sorprendió.

El vampiro fue golpeado hacia atrás, su mandíbula se contrajo y los huesos sonaron cómo si un martillo apalease carne molida. Le dolió, pero no lo suficiente para dejarle inconsciente. Abrió sus ojos demostrándole al enemigo que no existía una pizca de miedo en él, sin embargo, lo hubo.

El miedo era igual a millones de agujas introduciéndose una por una en su espalda. Un segundo de adrenalina y luego el miedro te dejaba tembloroso, débil, tonto y mareado. Bueno, el segundo golpe que recibió en la nariz le dejó de la misma manera.

Ja, un vampiro teniendo miedo era una ironía enorme.

Los vampiros eran monstruos según los cuentos tenebrosos. Eran criaturas sedientas de sangre que no poseían un alma a quien aferrarse para expirar sus pecados. Y, aun así, existían monstruos que asustaban a otros monstruos.

A decir verdad, cualquiera le hubiese temido al hombre de músculos grandes y negro cabello largo que le mantenía sujeto contra la pared de ese mugroso callejón.

-Tranquilízate, Пума, lo queremos con vida.

Los ojos del vampiro se expandieron ante la voz serena que se escuchó desde la oscuridad. Miró sobre el hombro del gigante que le estaba retorciendo la tráquea con esos dedos gruesos. Apenas encontró una sombra recostada en la pared contraria. Estaban tan cerca de las luces festivas y de las personas felices, si pudiese gritar o pedir ayuda, si alguien lograse verle antes de ser masacrado... Pero nadie prestaría atención a un altercado mientras tenían la distracción encandilándoles el rostro.

-¡Suéltenme!- gritó.

Consiguió que su garganta fuese estrujada con el doble de fuerza. Un golpe seco de nudillos duros le estalló el labio superior. La sangre le recorrió todo el rostro hasta el punto de que no había piel limpia que manchar.

Humo de cigarrillo apareció entre la oscuridad, los pasos del hombre se escucharon al caminar. Los ojos rojos del vampiro se toparon con iris negros y largo cabello rubio.

El desconocido tenía una sonrisa amable para ser un sicario.

-Пума es un buen cazador, y tú fuiste una presa fácil.

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