Parte 2

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Diana despertó con los rayos de sol que entraban por la ventana y llegaban hasta su cama. Eran pasadas las 10 AM. Se levantó. Tomó una ducha, se secó el cabello y se vistió rápidamente con lo primero que encontró en una de las maletas que aún no desempacaba. No comió nada y es que no tenía nada para comer en la nevera. Decidió abrigarse bien, ya que a pesar de que el sol estaba alumbrando con fuerza afuera se sentía el frío, era invierno aún. Caminó a la universidad, que estaba a 5 cuadras del departamento. En el camino, pasó a una tienda en donde compró un café y algo así como un pastel, que se devoró en dos minutos.

La facultad era realmente grande e imponente, llena de jardines por doquier. Se sentía un poco confundida pero estaba feliz, sentía que esto era una nueva oportunidad que le daba la vida. Caminó hacía el edificio principal, entró y vio al fondo un mesón, parecía ser algo así como una central de informaciones. Vio que atendía una chica muy sonriente de pelo lacio y largo. Se acercó

y le habló en inglés: “Hola”, dijo tímidamente Diana, como esperando ver si la chica le comprendía. A lo que esta respondió, en inglés también: “Hola. Puedo ayudarle?” Diana lanzó un suspiro de alivio. Ya más tranquila le preguntó donde se estaba impartiendo el diplomado en Administración de Empresas para becados. La chica le dio las indicaciones y le entregó una hoja con los horarios de las clases. La chica caminó en dirección al salón en el cual se impartiría la clase. Mirando el horario, que afortunadamente estaba en inglés, se dio cuenta que las clases eran sólo lunes, miércoles y viernes hasta las 13 hrs. Pensó que era genial porque eso le daba tiempo para conocer la ciudad, repasar la materia de las clases y hasta incluso trabajar! Podía enseñar inglés o español y tendría un dinero extra con lo que podría arreglar el departamento, ya que serían 6 meses los que estaría ahí. Entró al aula y para sorpresa de ella habían ya unos 15 alumnos que parecían ser de diferentes países. Sólo un par de ellos eran asiáticos. No alcanzó a saludar a nadie cuando ingresó el profesor. Era un señor mayor, asiático y con aspecto gruñón. Hizo la clase en inglés. Le parecía genial todo, era como nuevamente fuera una adolescente y estuviera estudiando en la universidad. La mañana transcurrió muy rápido. Luego, almorzó con dos chicas que conoció allí. Una era española, se llama Lucía y la otra era colombiana, Margarita. Después de almorzar las chicas invitaron a Diana a un centro comercial donde se pasaron toda la tarde y a eso de las 7 le comentaron que iban a ir a una discoteca. Diana aceptó ir con ellas. Hace mucho tiempo que no se daba esos gustos. Se sentía renovada, una quinceañera casi. Era como si volviera a nacer. En la discoteca bailaron hasta que ya no podían moverse del dolor de pies. Desde luego muchos chicos se les acercaban e intentaban invitarlas, especialmente a Diana. Y es que era imposible que ella pasara desapercibida para un chico joven con las hormonas revolucionadas. La muchacha era realmente atractiva. Alta, delgada pero muy bien formada y curvilínea, característica principal de las latinas, herencia de su padre. De su madre había sacado la tez, muy blanca y el rostro redondo. Sus ojos eran grandes y verde azulados con largas y crespas pestañas, una nariz pequeña y redonda y una boca muy pequeña también pero con los labios bien definidos y nada delgados. Su cabello era ondulado y rubio y caía como una cascada por sus hombros finos hasta un poco más arriba de su pequeña cintura. Al mirarla al rostro daba la impresión de estar mirando una muñequita. No representaba más de 23 años cuando en realidad ya había cumplido los 28. Esta mezcla, venía de su padre sudamericano y su madre norteamericana, lo que al parecer le había dado muy buenos genes. A sus nuevas amigas también las miraban mucho. Lucía era muy alta y morena, bastante voluptuosa. Tenía unos ojos muy grandes y negros, la nariz muy angulosa, al igual que su barbilla. Su cara alargada y la boca grande con los labios gruesos. Llevaba el pelo suelto, lacio y era de un color rojo intenso. Margarita tampoco se quedaba atrás. Si bien no era muy alta, sino más bien bajita tenía el cuerpo típico de las centroamericanas, lleno de curvas, lo que acentuaba más con la ropa que le gustaba usar, siempre muy ceñida y escotada. Esto llamaba realmente la atención en los asiáticos ya que la mayoría de las chicas allá, eran generalmente delgadas y nada de curvilíneas. Su piel era realmente bronceada, lo que hacía resaltar sus ojos verde pardos. Su cabello estaba recogido en un moño, era ondulado y castaño. Diana, reía y bailaba al ritmo de una música muy pegajosa que nunca en su vida había oído, a pesar que le dolían muchísimo los pies. Ya muy cansada, se fue a sentar y pidió una bebida. Margarita se le incorporó, mientras Lucía estaba animadísima bailando con un chico muy alto y guapo. Diana dijo: “Parece que Lucía ya encontró novio”. A lo que Margarita respondió: “Parece que sí!”. En eso

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