Capitulo 11

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Sentía una opresión en el pecho, el aire me faltaba y tenía que respirar agitadamente para poder tomar aire. Mi corazón latía rápidamente, todo se iba a la mierda otra vez. La puerta del baño empezó a ser golpeada y antes de que sea demasiado tarde salí por la ventana, el estrés y la necesidad de huir de mi casa me hicieron correr en medio de la noche a la casa de mi amiga.

Toqué la puerta de su casa con miedo a despertarla, aunque su familia dormía tarde.

—Hola, señor Rom. Buenas noches.

Aún estaba agitada por correr de la estación de metro a la casa de mi amiga, las calles estaban solas y oscuras.

—Hola Violet, ya te he dicho que me digas Eufracio. —Se quedó pensativo por un momento—. No, tienes razón, mi apellido es mejor que mi nombre.

Me reí mientras me hacía pasar, en la sala de estar, me recibió su esposa, Pet y Brisa. El ambiente me hacía sentir mejor.

—Hola —saludé apenada.

—¿Otra vez tu padre, cariño? —preguntó la madre de mi amiga con una mueca en su rostro.

Asentí con la cabeza apartando la vista.

—Hemos pasado por esto tantas veces, no te apenes, somos familia.

Le di una sonrisa acuosa, mi vida no era tan mala rodeada de personas buenas. Me invitaron a sentarme con ellos y ver una película.

La noche pasó tranquila en casa de mi amiga, sus padres eran completamente amorosos, entre ellos y con sus hijos, eso me daba un poco de envidia. Anhelaba eso en mi vida, una madre que me acompañara en los momentos importantes, un padre que me cuidara y sermoneara a los chicos que me pretendían. Sin embargo, no era así y tenía que aceptarlo.

Luego de terminar la película, Brisa y yo subimos las escaleras a su habitación.

—Se ha vuelto peor cada día ¿No?

Asentí con la cabeza mirando hacia otro lado.

—Siempre que quieras eres bienvenida aquí.

—Gracias. —susurre.

Me acosté y cerré los ojos. Un mensaje llegó a mi teléfono. Brisa sacó el aparato del bolsillo de mi chaqueta, la confianza que nos teníamos le permitía hacer ese tipo de cosas. Giré mi cabeza hacia ella sin con los ojos cerrados.

—Es Dashk —dijo con voz plana para intentar ocultar que le hace gracia.

—Lo imaginé.

—¿No responderás? —Preguntó con frustración.

—Luego.

Pasaron los segundos en silencio, suspiré. Mi amiga entró a internet con su computadora, el sonido del teclado sonando bajo sus dedos me desconcentraba, pensaba en dormir.

La habitación de brisa era rosa, con pósters de sus bandas favorita estampando la pared, era así desde que teníamos quince años, recuerdo cuando la acompañe a escoger el color. Cuando a ella sus padres le daban decorar el lugar, los míos me dejaban durmiendo en una habitación con un bombillo y una cama.

Suspiré, cuando me permitía recordar o sentirme desdichada por mi situación nada salía bien, así que me relajé porque tenía personas a mí al rededor que me cuidaban. Los padres de Brisa, Brisa, Bob, Dashk...

Dashk.

No quería pensar en él, pero era inevitable que sus ojos se dibujaran en mi mente, se me estaba haciendo una costumbre pensarlo.

El teléfono volvió a vibrar por un mensaje. Ya sería el segundo y no podía seguir huyendo de él. Tomé el aparato entre mis manos y fruncí el entre cejo al ver los mensajes. En efecto, el primero era de Dashk y el segundo de Lucas. Puse los ojos en blanco al ver el número que me sé de memoria, no hacía falta tenerlo agendado.

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