Capitulo 2

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Los instantes, esos pequeños momentos de nuestras vidas que nos marcan aunque no sepamos que así está sucediendo, que luego de un tiempo recordaremos con cariño. Instantes insignificantes que después de todo, fueron el detonante de muchas cosas.

—¿En qué piensas? —dijo muy serio el chico que tenía en frente.

Se veía un poco mayor que yo, quizás unos veintitrés años, era mucho más alto y de ojos profundamente cafés con una mirada perspicaz.

—Eso no importa. No hablaremos de nosotros, de lo que nos gusta, ni lo que pienso.

Su sonrisa se apagó un poco, mis reglas eran bastante estrictas y algo cortantes debo admitir.

—Bien, ¿Cuáles son las reglas completas? —Se acomodó en la mesa poniendo las manos en sus mejillas.

A pesar de lucir mayor, tenía reacciones muy infantiles, algo que se me empezaba a hacer bastante tierno. La noche anterior habíamos terminado la mitad del trabajo que teníamos que hacer y aún nos quedaba un poco, pero en casa no podía estudiar y menos llevar a alguien más, así que después de imponer las reglas, teníamos que continuarlo en esa misma cafetería, primero aclararíamos todo.

—Regla número uno: Ser completamente honestos desde el principio, no queremos malos entendidos.

—Okay —interrumpió—. A ver si entiendo, ¿Tengo que ser honesto, pero casi no hablaremos?

Me reí un poco.

—Es un buen punto, pero el tema es el siguiente, saber si tienes novia y no estarías engañando a nadie, que ambos sepamos que todo es un juego, ¿Bien?

—Comprendo, ¿Número dos? —Movió su café con una cuchara que había llevado la mesonera.

—No enamorarse. Esto es netamente sexual, amigo.

Metí la pajilla a mi boca para tomar de mi Coca-Cola. Como no me interrumpió con otro de sus comentarios, continúe:

—Sin celos, no soy de tu propiedad. Ambos somos libres de estar con otras personas.

—Me agrada, soy poco celoso a decir verdad... — Asiente con la cabeza.

—Regla número cuatro —Lo corté en seco—. Lo que hacemos en la cama, se queda en la cama. Nadie habla, todos felices.

Hizo un puchero y cara de querer llorar que al instante no logre comprender hasta que se burló de mí con otro de sus comentarios.

—Pero yo quiero contarle a mi madre que estoy teniendo sexo con una chica hermosa, no es justo.

Se cruzó de brazos. Hacía muchos meses no reía como lo estaba haciendo, sentía los músculos del rostro tensarse y mis ojos achicarse, el sentimiento era extraño.

—No seas tonto y escucha lo que digo, el mínimo error y todo termina.

—Si capitana. —Hace un gesto militar.

—Regla número cinco: No me llamarás a menos que sea para tener sexo, del resto no importa, cariño.

Su rostro se ensombreció y le cambió el semblante por un momento, se veía que era una persona alegre y de muchos amigos, pero el pasar de una chica lo había puesto extraño. Luego de ese momento de tensión volvió a ser el chico animado y con sus comentarios graciosos.

—Okay... ¿No crees qué son demasiadas reglas?

—No. Número seis: como no somos exclusivos... —Suspiré recordando un poco a Dorian—. Si consigues una pareja, todo se acaba. La última y más importante es la siete: Nada de besos.

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