Capitulo 5

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Los ojos son las llaves del alma y los tuyos me muestran mucho...

Brisa salió del hospital con un tratamiento para que su corazón volviera a su tamaño normal, le pidieron un poco de reposo. Había llegado nuevamente a casa y así como llegué salí corriendo. Mi padre estaba de nuevo tomando.

Mis ojos observaron detenidamente el gran edificio que estaba frente a mí, impresionante e imponente. No era lujoso, era un antiguo edificio que estaba en el centro de la ciudad. Sostenía un café con leche en mi mano derecha y no conseguía valor de buscar el apartamento de Daksh.

Llené con un suspiro mis pulmones y entre al edificio. La recepción era pintoresca y tras un escritorio estaba una mujer morena sentada ojeando una revista. Tenía gafas color rojo, un cabello rizado y despeinado, en sus labios tenía una leve sonrisa mientras leía algo que le causaba gracia.

—Buenas tardes —hablé en voz alta para hacerme notar.

La mujer levantó la vista y me observo intrigada de arriba a abajo. Solía vestir diferente, algunos dirían extravagante. Pegada a mis piernas tenía unas medias altas negras y verdes, con una pequeña falda de jean y mi correspondiente chaqueta de cuero.

—¿En qué puedo ayudarla señorita?

Me dispuse a pedir información sobre el departamento hasta que recordé que siquiera sabía qué número era.

—¿Conoce a Dashk? —Intentaba no sonar apenada, pero no me funcionaba, mi voz había flaqueado un poco mientras mordía el labio inferior.

Con una sonrisa en los labios, algo pícara y cómplice, la señora me asintió con la cabeza mientras habla.

—Claro que sí, ¿Eres su novia? Serías la primera chica que trae... Aquí entre nos, es muy dulce, pero empezaba a pensar que es gay —susurró las palabras a manera de chisme.

Sentí como se me llenaban las mejillas de color antes de responder.

—No, solo soy una compañera de clases ¿Puedo subir? — pregunté algo con prisa.

Frunció el ceño y cerro la boca abruptamente como si le hubiese faltado el respeto de alguna manera por no querer escuchar su cháchara. A veces las personas mayores reaccionan así a mí.

—Piso ocho, apartamento B4. El ascensor no funciona.

Y maldita sea que era verdad. Con mis delgadas piernas tenía que subir ocho pisos, recuerdo que al día siguiente me dolían mucho.
A medida que subía cada escalón, sentía como mis piernas trabajaban fuertemente con el movimiento. Era una persona sedentaria cuando se trataba de ejercicio físico. Las paredes del estrecho pasillo, eran blancas sucias, un color amarillento que hacía pensar que el lugar era más antiguo de lo que parecía.

Mis movimientos eran cada vez más lentos, las piernas me dolían y la respiración me faltaba, pero al cabo de unos minutos llegué a mi destino, el piso ocho. Un pequeño espacio con cuatro puertas cerradas, en cada una se dibujaba el número. B4, sin aliento y sudada toqué el timbre, las manos me temblaban, los nervios mezclados con la cafeína y el esfuerzo físico de subir las escaleras me estaban jugando sucio y sentía mi cuerpo temblar un poco.

La puerta se abrió y Dashk me recibió con su cabello despeinado, sin camisa.

—Pensé que ya no vendrías. —Se rascó un ojo, lo tenía rojo por el sueño—. Pasa.

—Estuve a punto de no venir, realmente —dije.

El lugar era pequeño y acogedor de colores claros, había una mesa frente a una ventana que daba a la calle, un pequeño gatito estaba acostado en un sofá y la cama estaba junto a la cocina.

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