Paso uno.

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Me miraba por milésima vez en el espejo. Desde todos los ángulos. Sentada, de pie, posando terriblemente cuan modelo de revista, lo intenté todo. Los pantalones formales ajustados a las pantorrillas, de un color azul marino, eran bastante bonitos, solo tenían un corte superficial como parte del diseño, desde la línea inferior de la pretina, hasta el final del bolsillo derecho. Dicho corte estaba adornado con pedrería minuciosa. La blusa holgada que había metido lo que sobraba bajo el pantalón. Color marfil, sobria, con un corte triangular arriba de mi pecho haciendo que la parte superior era como si tuviese un collar pegado a la camisa.


Mi cabello estaba unido en una coleta, dejaba unos ligeros mechones que no alcanzaban hacia atrás, así que los colocaba a los lados, para que se movieran naturalmente, pues no se veía desordenado.



Hange casi se sale con la suya al querer comprar online unos zapatos con taco de aguja, menos mal que la descubrí en mi computador en pleno acto ¡ni siquiera podía caminar y haría el ridículo! La convencí para que me dejara elegir al menos eso, y a regañadientes aceptó. Compré unos zapatos de taco bajo. Eran de material de cuero y color negro, tenía una hebilla en el tobillo que era más bien decoración, pues había un cierre en la parte del talón que era lo que me sostenía.



Mis ojos se posaron en el reloj de pared que estaba arriba de la puerta principal. La manecilla corta casi daba las 10, a unas dos barras, mientras que la manecilla más larga estaba más adelantaba en el número 11.



La entrevista sería a las 10:30. Ella le había recomendado que llegara 10 minutos antes a lo menos. Nunca se me daba llegar tarde, y menos para una entrevista de trabajo. Hasta que me di cuenta, a medida que mis pies me llevaban hasta mi bolso y mi folio con mis papeles al día, que la entrevista y el trabajo en sí eran un camuflaje para la verdadera misión. No pude evitar sentir un malestar en mi estómago con los nervios, porque ya desde aquí, estaba caminando sola en una soga, sobre quizás, no sé, titanes desnudos y bastante desagradables, esperando un paso en falso para que me devoren de la peor manera posible. Sacudí mi rostro para quitarme esa imagen en mi cabeza y fui hasta la salida.

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-¿Podrías dejar de hacer sonar tus tacos bajos? Me tienes de los nervios, __________.-Hastiada, Hange juntaba papeles y los amontonaba a un lado y seguía trabajando en su computadora. -No entiendo por qué los nervios, ya lo viste una vez en esta era.



-No puedo evitarlo...-Murmuré más para mí misma, dejando mi folio en el mostrador de la recepción y comenzar a caminar de un lado hacia otro. Me abrazaba a mí misma, tratando de contraer los espasmos que mi cuerpo quería manifestar. Una mala costumbre cuando los nervios querían apoderarse de mi ser. Terminé por sentándome en el sillón más cercano a la recepción, pero aun así no había forma de tranquilizarme.



Con total inercia, observé con total esperanza aquella puerta que estaba detrás de la recepción, porque ahí estaba él. Estaba a punto de dar mi primer paso, solo esperaba que mi cabeza no me acompañara, aunque había pensado esa posibilidad. Quizás con Levi mis recuerdos, mis jaquecas se incrementarán y quizás pueda hacer ya algo al respecto. Pero, primero lo primero.



El teléfono de Hange comenzaba a sonar. Inmediatamente, ella levanta el auricular sin dejar de mirar la pantalla, bastante concentrada. Muy diferente a la Hange habitual, pero eran por obvias razones.



-¿Recepción? Sí. Entiendo, la llamaré. -Colgó el auricular y se le­vantó de la silla, para mirarme.



Yo expandí el tamaño habitual de mis ojos. Ella asintió.



-Es hora.


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Reencarnación | LevixReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora