18. Poción anti-amor

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El vestido que Evie estuvo confeccionando para mí, además del suyo y el de Mal, estuvo listo justo a tiempo para la Coronación. Era hermoso y me quedaba como una segunda piel. Había creado los vestidos de acuerdo a nuestras personalidades, lo que los hizo aún más perfectos.

Ya que era la Coronación de Ben, mi vestido no era exactamente como yo lo hubiera elegido. Cubría casi toda mi piel y tenía cola larga que se arrastraba al caminar. Los zapatos eran mi parte favorita: eran negros y de tacón delgado, con broches de serpiente, que hacían juego con mi collar. Finalmente, mi maquillaje era sutil y simple, resaltando especialmente mis ojos, y mi cabello iba peinado en una trenza larga y amplia, llegando hasta mi cintura.

Inhalé profundamente y agarré la caja entre mis manos con un poco más de fuerza. Llevar la galleta que haría que Ben se desenamorara de mí no me ayudaba a sentirme mejor. Pronto, Ben me odiaría, me repudiaría y no volvería a verme a los ojos con ese dulce amor que jamás creí posible ver dirigido a mí.

«Espero que estés orgulloso de mí, padre.»

Ben tomó mi mano, haciéndome soltar la cajita, y me sonrió cuando levanté la mirada para verlo. Se veía muy apuesto con su traje azul. No tenía ninguna duda de que era realmente benévolo y de corazón puro. Él, entre todos los de Auradon, era el único que me había mostrado bondad sincera. Me partiría el corazón verlo encerrado en un calabozo cuando los villanos se adueñen de Auradon.

—No te preocupes —me dijo con tono animado, dándole un apretón a mi mano. Al parecer, no había pasado por alto mi nerviosismo—. Sólo tienes que sentarte y verte bonita —me recordó. Le devolví la sonrisa—, y eso claramente no es problema para ti.

Parpadeé repetidamente para evitar derramar lágrimas. Su intento de calmarme, aunque fuera por motivos diferentes, me conmovía. Benjamin, mi príncipe, era tan dulce e inocente. No tenía ni idea de que bajo mi sonrisa se ocultaba un plan malvado para robar su reino.

—Gracias —murmuré, aferrándome a su mano por última vez. Me doló soltarlo, pero lo hice.

—Jade, ¿usarías mi anillo?

Me removí un poco hacia atrás, y fingí una sonrisa cortés. Me hubiera encantado aceptar su regalo, pero no podía hacerlo.

—Tal vez luego. Después de la Coronación —respondí, tragando saliva con dificultad—. Probablemente se me resbalaría, y no quiero perderlo —me excusé. Mi padre pegaría un grito al cielo por mi rechazo a tal joya tan valiosa, pero no me importó—. Tengo algo para ti —añadí, agrandando mi sonrisa, y le tendí la cajita que tenía entre mandos—. Cómela cuando necesites recuperar fuerzas. Ya sabes, luego de la Coronación.

Ben sonrió, como si no creyera que le estuviera obsequiando algo, y abrió la cajita para mirar en el interior. Soltó una risita cuando vio la galleta de chispas de chocolate, igual a la que había hecho para hechizarlo.

—Siempre tan precavida —me halagó.

De repente fui muy consciente del traqueteo de los caballos al caminar, arrastrando la carroza en la que Ben y yo íbamos sentados. La gente alrededor, rodeando la calle, saludaba, sonreía y bandereaba con emoción hacia Ben.

—Pero creo que la comeré ahora.

—¡No!

Demasiado tarde. Cuando lo miré y casi me estiré para quitarle la galleta de las manos, él ya le había dado un buen mordisco. Me tragué maldiciones y me contuve de bajarme de la carroza y salir corriendo. Lo observé masticar y saborear el postre como si nada.

—Está rica —comentó, observando la galleta mordida.

—¿Te gustó? —pregunté, cautelosa, analizando el cambio en sus expresiones y mirada. En cualquier momento, me reclamaría por todo lo que había hecho. Me reclamaría por hacerlo dejar a Audrey e invitarme a la Coronación como su novia— ¿Cómo te sientes?

stolen | ben beastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora