17. Manzanas envenenadas

5.7K 811 66
                                    


Escapar del convivio fue una buena decisión. Sin embargo, ninguno se mostró contento. Estábamos cómodos, incluso felices... hasta que recordamos quiénes somos. O más bien, nos recordaron lo que somos. Villanos.

Observé a Evie jugar con la comida de su plato, sin probarla. En la mesa sólo se escuchaban las voces de las personas que había a nuestro alrededor y el tintineo de los cubiertos. Evie estaba frente a Mal, quien estaba a mi lado, y frente a mí estaban Carlos y Jay. Debido a que Jay prefirió sentarse sobre la mesa, usé su pierna para descansar mi brazo.

Me sentía mal. Odiaba la sensación de culpa y vergüenza. Ni siquiera era correcto que me sintiera así, pero todos lo hacíamos. Podría decir que también estábamos molestos, porque el último incidente nos dejó claro que nosotros nunca dejaríamos de ser los chicos de la Isla, los hijos de villanos.

¿Qué sentido tenía que nos hubieran traído a Auradon, si en realidad no iban a darnos una oportunidad? ¿Era un juego, una trampa? ¿Nos habían traído aquí sólo para echarnos en cara que nunca tendríamos lo que ellos?

—Oigan, chicos.

Escuché a Ben sonreír nervioso y acercarse. No lo vi, ya que Jay me tapaba el camino, hasta que se acercó lo suficiente y se puso junto a la mesa, a un lado de Carlos.

—¿Cómo están todos?

Ninguno levantó la cabeza para mirarlo. No teníamos ánimos ni siquiera para fingir. Ben se dio cuenta de ello. Bajó los hombros y suspiró.

—Escuchen, olvídenlo, ¿sí? —nos pidió, rodeando a Jay para llegar a mis espaldas y acomodar sus manos sobre mis hombros— No fue nada. En serio. Olvídenlo —repitió con una sonrisa amable, acariciando mis brazos con dulzura. Aquello terminó por destruirme. Ben nos apoyaba porque estaba "enamorado" de mí—. Después de la Coronación les prometo que estarán bien.

No tenía ni idea de la razón que tenía, porque en la Coronación abriríamos la barrera y la Isla quedaría en el olvido. Al menos, ese era el plan.

Ben se inclinó, alcanzando mi oído para susurrarme con voz calmante y conciliadora:

—Debo irme. Tengo que arreglar unas cosas sobre la Coronación. Iré a verte más tarde, ¿de acuerdo?

Se me puso la piel de gallina. Su mera cercanía ahora provocaba que se me debilitaran las rodillas. Ahora más que nunca estaba segura de que me dolería en el alma cuando le diera la galleta con el contra hechizo.

—Los veré luego —se despidió, finalmente dejando un beso sobre mi cabeza y retirándose.

Lo vi alejarse con un vacío en el pecho. Benjamin se había metido bajo mi piel. Sólo esperaba poder mudar de piel cual serpiente para olvidarme de él.

Observé a Doug acercarse a nuestra mesa, con su chaqueta verde colgando de su hombro.

—Escucha, Evie, quiero hablarte acerca de lo de hoy...

Me dolió la mirada que Evie le dio, con culpa y anhelo, llena de esperanza.

—¡Doug!

El grito de Chad desde la mesa a mis espaldas lo hizo girar a verlo.

—Es culpa mía, Doug. Lo siento...

—¡Doug! —volvió a gritar Chad con más fuerza, llamando al hijo de Tontín.

—¿Qué? —exclamó Doug, exasperado.

—Doug... —suplicó Evie.

Me mató verla así. Ni siquiera era su culpa. Sólo se había defendido de Chad. Yo fui quien le dio el puñetazo por empujarla. ¿Por qué nadie decía algo respecto al abuso de Chad? ¿Acaso por ser hijo de Cenicienta automáticamente debía ser bueno e inmune a los castigos o regaños?

—No puedo. Lo siento...

Doug se alejó y regresó a la mesa donde estaba Chad y otros chicos. Evie empujó su plato de mala gana, irritada con la situación. Abrí la boca para darle palabras de ánimo, recordarle que la culpa aquí la tenía Chada, cuando Audrey escupió veneno...

—¿Cuánto crees que ella aguante aquí?

Ni siquiera miré por encima del hombro. Era imposible no distinguir la voz chillante de Audrey.

—Jade sólo le atrae por ser la chica mala —continuó burlándose—. En cuanto se aburra, va a dejarla. Probablemente la regrese a la Isla.

—Sí, Ben sólo está con ella porque siente lástima —la apoyó Jane—. Después de todo, él jamás convertirá a una villana en reina.

Apreté los dientes, fastidiada con sus insultos. Me hubiera gustado voltearme y estamparle los nudillos en nariz, pero no tenía ánimo para ello. No podía negar que Jane y Audrey tenían razón. Me estaban agarrando con la guardia baja y no pude pensar en una respuesta inteligente para defenderme.

Sólo las escuché reír y alejarse, hasta que Mal abrió su libro de hechizos, leyó algunas líneas y levantó la mano para trazar dibujos en el aire con su dedo índice.

—Postizos con rizos, deshagan el hechizo.

Un grito agudo y horrorizado casi me obligó a voltear por encima de mi hombro. Observé boquiabierta el cabello corto, seco y maltratado de Jane. Mal había deshecho el embrujo de su pelo. La hija del Hada Madrina hizo un puchero de vergüenza y tristeza, mientras las demás chicas se reían de ella.

Casi sentí lástima. Si mi enemiga le hiciera eso a Mal o Evie, no me reiría. Y ellas lo estaban haciendo. Incluso eran malas entre ellas. ¿No conocían la lealtad, el apoyo? Tal vez los chicos de la Isla no éramos los malos, después de todo.

—Tengo muchos más en mi libro —advirtió Mal, poniéndose de pie con su libro en alto para enfatizar.

—Disculpa, ¿quién te crees que eres? —cuestionó Audrey con tono grosero y altanero, mirando a Mal de pies a cabeza con desagrado.

Me levanté de golpe, provocando que algunas de las chicas se exaltaran y se echaran hacia atrás.

—¿Qué tal si mejor te demuestro quién soy yo? —invité con una sonrisa fría y la cabeza ladeada con aire juguetón y amenazante. Audrey tragó saliva con dificultad y se tensó— Voy a dejarte peor que a la Bella Durmiente con mi puño —amenacé, saliendo del banco para acercarme.

Todas las chicas salieron corriendo despavoridas y asustadas. Sonreí de lado, satisfecha con aquella reacción. La última vez que causé algo parecido fue en la Isla, en el mercado de Shan Yu.

Mal y yo volteamos de vuelta hacia Evie, Carlos y Jay. Me crucé de brazos, mirando alrededor. Me sentía furiosa. Estaba cansada de ser tachada como la villana, cuando ellos no eran mejor que nosotros. Tal vez ellos eran más educados, pero carecían de valores que nosotros honrábamos. Ambición, lealtad, humildad...

—Ansío que ya sea mañana —confesó Mal—. Tomemos esa varita y vámonos pronto de aquí.

Suspiré, tratando de dejar salir la tensión en mis músculos. Alejarse de Auradon lo antes posible sería lo mejor. No tenía nada que me atara aquí. Ben no me amaba realmente y nunca lo haría, ahora lo tenía claro. Siempre he sido y siempre seré la villana, la manzana podrida. Ahora más que nunca extrañaba la Isla.

 Ahora más que nunca extrañaba la Isla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
stolen | ben beastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora