12. Ridículo

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—¡Ohay, ohay!

Solté el grito más fuerte y agudo que pude, junto con el resto de las porristas, cuando Carlos y Jay se levantaron de la banca y entraron al campo para finalmente participar en el juego.

—Listos para el salto inicial —anunció el comentarista—. Aquí vamos. El pase largo para Jay. Jay pasa el balón al príncipe Ben. Buen bloqueo de Carlos. Hace una pequeña danza frente a su oponente. Y ahora Jay recupera la pelota. Aquí viene Jay. Jay hace una maniobra de evasión en el mediocampo. Jay hace un pase al príncipe Ben a través de la zona de riesgo. ¡Buen bloqueo de Chad! El príncipe se abre y se la devuelve a Jay. ¡Está desmarcado! ¡Dispara! ¡Oh, qué salvada de Felipe, el portero de los Halcones!

»Quedan veintitrés segundos. La tensión se puede cortar con una espada. Pase largo del balón a Jay. Jay da un gran salto. Buen bloqueo de Chad. Jay se la pasa al príncipe Ben. Y Carlos cae después de un gran bloqueo. Jay atraviesa la zona de riesgo. Se acerca a Carlos. Está recibiendo el fuego del dragón. Igual continúa. Jay salta en el mediocampo. Está en el claro. El balón vuelve a Jay. Se la pasa al príncipe Ben... ¡y anota!

Es entonces cuando todas saltamos con los pompones, gritando y riendo de la emoción del momento. Y después de que Jay, Carlos y Ben celebraron entre abrazos y empujones amistosos junto con el resto del equipo, las porristas corrieron a reunirse con ellos para celebrar. Quise ir hacia Jay y abrazarlo, pero estaba demasiado ocupado celebrando con su equipo, así que no quise interrumpir su gran momento de gloria y corrí hacia las escaleras de las gradas, justo en medio de toda la gente que apoyaba al equipo de azul y amarillo, con pancartas y la banda escolar.

Evie me miraba y gritaba emocionada, esperando recibirme para saltar conmigo, ya que Mal no era de ese tipo, pero apenas llegué a la mitad de los escalones... cuando algo interrumpió la voz del comentarista, provocando un sonido agudo con el micrófono.

Todos se detuvieron y callaron al escucharlo:

—¡Disculpen! —exclamó, llevándose el micrófono hasta el centro, permitiendo que todos pudieran verlo sin problemas— ¡Su atención, por favor!

«¿Qué rayos está haciendo?»

Ben buscó entre el mar de gente, y rápidamente me ubicó y me miró fijamente. Enarqueé las cejas, preguntándole con la mirada qué estaba planeando, y entonces se subió a la colorida tarima que había frente a las porristas.

—Me gustaría decir algo.

«Oh, no. Por favor, no.»

—¡DENME UNA J! —gritó, haciendo con sus brazos un intento de mi inicial, y todos lo imitaron de inmediato, Audrey, Carlos y mi hermano incluidos— ¡DENME UNA A! ¡DENME UNA D! ¡DENME UNA E! ¿QUÉ DICE?

—¡JADE!

—¡VAMOS, NO LOS OIGO!

—¡JADE!

«¿Cuántas lágrimas le puso Mal a la galleta?»

Sentí escalofríos y como si toda la sangre de mi cuerpo se hubiera esfumado. Nadie me miró, porque ninguno me había ubicado, hasta que Ben me señaló con el dedo y una enorme sonrisa.

—¡Te amo, Jade! ¿No te lo había dicho?

Mi mandíbula cayó, por poco, hasta el suelo. Miré a Mal e Evie en busca de ayuda y salvación, pero sólo se quedaron ahí, aplaudiendo y sonriendo. Evie me guiñó un ojo y Mal alzó su pulgar con aprobación.

—¡Denme música! —pidió.

«¿Música? ¿Acaso va a...?»

—¡Uno, dos, tres, cuatro! —contó Doug, dando inicio a la música de la banda.

stolen | ben beastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora