5. Preparatoria Auradon

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—Hola, chicos. Soy el hijo de Tontín. Ya saben, de Tontín, Doc, Tímido, Feliz, Gruñón, Dormilón y... ¡Ay, ho!

Codeé a Evie para que se diera cuenta de que el chico de la banda, que Ben había presentado como Doug, miraba a Evie con admiración. Evie sonrió complacida de causar tal reacción y se acercó con sigilo y una sonrisa coqueta.

—Evie, hija de la Reina Malvada.

Irónico. El hijo de uno de los siete enanos de Blanca Nieves había quedado flechado con la hija de la Bruja Malvada, la cual quiso matar a Blanca Nieves.

—En cuanto a sus clases, puse algunos requisitos —empezó a explicar, reaccionando de su ensoñación—. Historia de leñadores y piratas. La seguridad del Internet y... eh, Bondad Correctiva Inicial.

Discretamente, Mal, Evie y yo intercambiamos miradas al escuchar la última clase. Bondad Correctiva, ¿eh?

—Déjame adivinar —habló Mal, sacando un dulce de su envoltura con la boca—. ¿Clase nueva?

Doug asintió.

—Vamos a buscar nuestros dormitorios —dijo Mal, dejando caer la basura al suelo. Dio un cuarto de vuelta y subió las escaleras, nosotros siguiéndola detrás.

—Ah. Eh, sí, sus dormitorios están allá —Doug señaló el otro lado del castillo.

Suspiré.

—Pudiste mencionarlo antes. Me muero de sueño —bufé, pasando por su lado y siguiendo a las chicas, mientras Jay y Carlos iban a su dormitorio por un pasillo que indicaba "Varones" y nosotras nos adentábamos al de "Damas".

Cuando llegamos al dormitorio, Mal abrió la puerta que tenía nuestros nombres inscritos en una placa dorada, dejándonos ver el cuarto que compartiríamos. Lo primero que se me vino a la mente cuando vi el lugar fue "princesa".

—Vaya. ¡Este dormitorio es muy...!

—Asqueroso —interrumpió Mal.

—Aniñado —completé con una mueca.

—Tienen razón. Es muy asqueroso y aniñado —añadió Evie, pero noté la mentira en su tono y la forma en que veía el cuarto con ilusión.

Aunque el dormitorio no era mi estilo, era definitivamente mucho mejor que cualquier cosa que teníamos en la Isla. Es decir, todo estaba en buen estado, limpio, y con buen olor.

—Pido la cama de la esquina —aparté, lanzándome sobre la tercera cama de la izquierda, casi oculta en la esquina donde no daba luz y estaba más separada de las demás.

Para cada una había una mesa de noche y una cómoda, además de una mesa compartida como escritorio y una pequeña sala en las enormes ventanas centrales.

—Voy a necesitar mucho filtro solar —comentó Mal—. Evie.

Evie asintió, entendiendo de inmediato su petición, y cerró las cortinas que había entre sus camas, mientras Mal cerraba las más grandes.

—¡Uf! Mucho mejor —Mal sonrió, complacida.

o

Una vez que dio el toque de queda y todos se metieron a sus dormitorios para dormir, Evie, Mal y yo salimos en completo silencio de nuestro dormitorio para ir al de Jay y Carlos, a quien encontramos jugando un videojuego.

—Jay, ¿qué es todo eso? —le pregunté, llegando a su lado y viendo el montón de cosas que tenía en su cama.

—¿Tú que crees? —respondió, tecleando en la pequeña computadora portátil que sostenía en sus manos.

—No me contestes así —le dije, pegándole en la nuca con mi mano—. Y por eso me voy a quedar con esto —le advertí, tomando un lindo monedero de terciopelo rojo, casi lleno de dinero.

—Auch —se quejó en silencio, sobándose la nuca, sin protestar ante mi pequeño robo. Jay y yo compartíamos prácticamente todo, por lo que ni a él ni a mí nos molestaba prestarnos dinero o compartir los artículos robados.

—¡Jay, tienes que jugar esto! —habló Carlos, dejando los controles para dárselos a Jay, quien los tomó indecisamente, pero con rudeza, y continuó el juego.

—¡Chicos! —gritó Mal, mientras yo contaba los billetes del pequeño monedero— ¿Tengo que recordarles por qué estamos aquí?

—¡Hada Madrina, blah, blah, blah! —respondió Jay, sin dejar el videojuego— Varita mágica, blah, blah, blah.

Evie y Carlos rieron, pero Mal no lo encontró nada gracioso.

—Esta es nuestra única oportunidad de mostrarles a nuestros padres quiénes somos —declaró, sus palabras logrando que Jay dejara el juego y yo volviera a guardar el dinero en el monedero. Evie y Carlos borraron sus sonrisas—. Demostrar que somos malvados, violentos, despiadados y crueles. ¿Sí?

—Sí —respondimos al unísono, sin ánimos.

—Evie, el espejo —ordenó Mal, sentándose en la mesa circular que había en el centro del dormitorio, con Evie a su lado, mientras Jay, Carlos y yo las rodeamos de pie.

Evie sacó el pequeño espejo de la Reina Malvada y lo alzó a la altura de su rostro.

—Espejito, espejito en la... en mis dedos, la varita del Hada Madrina... quiero.

Entre destellos, la imagen de la varita apareció en el espejo.

—¡Ahí está!

—Aleja la imagen —sugirió Carlos.

—Espejo mágico, no tan cerca —ordenó, pero el epejo mostró una imagen de la Tierra—. Más cerca. Más cerca... Más cerca.

—¿Puedo ir a jugar? —pidió Carlos, aburrido— Estoy en el nivel tres.

—¡Ahí! —exclamé, señalando el cartel que apareció en el epejo mágico, indicando el lugar de la varita— Está en un museo.

—¿Un museo? ¿Dónde queda eso? —dijo Mal con decepción.

—A cuatro kilómetros de aquí —habló Carlos, tras tan sólo haber tecleado un par de veces en la portátil robada de Jay, mostrándonos un mapa del lugar.

—Pues andando —animé.

—Pues andando —animé

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stolen | ben beastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora