Capitulo 2
Se oyeron vítores, Can sonrió y la miró. Luego miro hacia el fondo y creyó que se le iba a salir el corazón del pecho. Había una mujer de pie junto a las mesas del fondo. Supo que era la que había descrito Patty. Y era la mujer más bonita que Can había visto en su vida. Patty había dicho que era preciosa, pero esa palabra ni siquiera se aproximaba a la realidad.
Su cabello era una cascada de seda de color negro y sus ojos eran del color de la noche de Los Ángeles. Su rostro tenia un ovalo perfecto, con unos ojos increíbles, con las pestañas oscuras y unas cejas finas y arqueadas. Tenía la nariz recta y respingona. Y su boca... El labio superior era grueso y el inferior ligeramente curvado. Una boca hecha para ser besada. Deslizo la mirada hasta sus hombros bronceados, que su vestido rojo permitía ver, luego hasta sus pechos, su delgada cintura y sus caderas redondas. El vestido le llegaba hasta la mitad de los muslos mostrando unas piernas largas y torneadas.
La deseó de un modo primitivo que excedía cualquier cosa que hubiera sentido antes. Deseó besar aquella boca, acariciar aquel cuerpo y derretir aquella frialdad que la cubría como una capa invisible de hielo. Lo dedujo por su postura, por el modo en que apenas parpadeo cuando sus miradas se cruzaron, por su barbilla levantada de modo desafiante. Ella percibió su mirada abiertamente sexual, pero ni se inmuto. Parecía decir"mira lo que quieras, pero no creas que vas a conseguir nada".
Can sintió que se quedaba agarrotado. El sonido de los vítores y la voz del subastador se convirtieron en un murmullo confuso.
Se imagino bajando del escenario para dirigirse hacia ella y abrazarla sin mediar palabra, para llevársela fuera de allí a un lugar donde pudieran estar a solas, para arrancarle el vestido y poseerla mientras ella le rodeaba con las piernas y los brazos. Se obligo a apartar la mirada de ella y pensar en duchas de agua fría para centrarse en los rostros entusiasmados de la multitud.
- Cinco mil. ¿He oído seis mil? –grito el subastador.
- Seis mil –afirmó la mujer del principio.
Can centró en ella su atención y le lanzo una sonrisa seductora. Se puso de espaldas y fingió que se iba a quitar la chaqueta. La multitud aulló.
- Seis mil quinientos –grito una rubia. Can se giró y le lanzó un beso.
No necesitaba a la princesa de hielo. Tenía a tres mujeres pujando encarnecidamente por él. ¿Qué más podía pedir un hombre?
- Siete mil –intervino una pelirroja impresionante.
- Oye, que valgo mucho más que eso –gritó él.
La multitud pateó de aprobación. La rubia rió y otra pelirroja se levantó.
- Siete mil quinientos –ofreció y todo el mundo aplaudió.
Can sonrió. El tipo de Hannan y Murphy había conseguido cinco mil.
- Sigo valiendo más que eso –gritó.
- Ocho mil –ofreció la mujer del principio.
- Ocho mil quinientos –rebatió la rubia.
- ¡Nueve mil!
Can rio. Aquella tarde se estaba poniendo divertida. Una mirada más a la morena antes de que cayera el martillo. Se había acercado mientras la puja se iba recrudeciendo. Estaba casi en el escenario. No era bonita, era espectacular. Y lo estaba mirando. Era difícil adivinar el significado de su expresión. Había interés en ella, pero parecía que lo estaba examinando.
Can cerró las manos en puños cuando la mujer se dio la vuelta y se fue caminando por el pasillo. ¿Quién creía que era para escrutarlo así y luego marcharse? "¡Que se dé la vuelta!" La mujer se apresuró. Can dio un paso hacia delante. ¡Al infierno con la subasta!
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Más allá de un sueño (COMPLETA)
RomansaPrólogo Can Yaman era un soltero por el que cualquier mujer pujaría. El atractivo abogado era también un posible heredero de la enorme propiedad de los Yaman y él estaba a disposición de cualquiera de la subasta benéfica. Pero cuando Josephin Smith...