Capítulo 10

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Capitulo 10

Ella sonrió otra vez. Las sombras de sus ojos parecieron desvanecerse, pero su sonrisa aún permanecía vulnerable. De repente, recordó cómo había reaccionado a algunos de sus besos y de sus caricias, cómo había gritado no solo de placer sino de sorpresa por las cosas que le había hecho.

Era absurdo pensar que Jos hubiera encontrado algo nuevo en sus brazos. Había entrado en el cuarto de baño con un ansia que las horas de sexo no habían disminuido, imaginando cómo sería tomarla en la ducha con el agua cayendo sobre ellos. Y lo haría, pero no en ese momento. Otra cosa parecía más importante entonces.

- ¿Can? –llamó Jos cuando la abrazó.

Él la callo con un beso.

- Deja que te demuestre lo bonita que eres, princesa –murmuró y se la llevo a la cama donde la besó por todas partes, saboreo cada suspiro y cada gemido. Donde le hizo el amor lenta y tiernamente hasta que al fin ella lloro de felicidad en sus brazos.

La felicidad era momentánea. Jos siempre lo había sabido. Pero nunca se había desvanecido tan rápidamente como después de hacer el amor con Can. Los latidos de su corazón aminoraron su ritmo. La desesperación sustituyo a la alegría, y la indignación a la desesperación.

Acababa de compartir interminables momentos de una intimidad increíble con un hombre al que no conocía. ¿Por qué iba a estar contenta? Sí, Can la había hecho sentir. Su modo de tocarla era como había soñado que sería un amante: apasionado aunque tierno, exigente, al mismo tiempo que generoso y sobre todo excitante. Pero el hombre en cuyos brazos yacía no era su amante. Era alguien a quien había comprado. No podía escapar a la terrible verdad.

¿Cómo iba a hacerlo cuando la repugnancia se había convertido en pánico? ¿Cómo había podido hacerlo? Había llegado virgen al matrimonio, deseosa de experimentar la pasión sobre la que había leído. En su lugar, se había encontrado con que el sexo con su marido era algo que tenía que soportar. No era doloroso ni necesariamente desagradable, pero ella había esperado el éxtasis y lo que había experimentado era nada. Jos se tragó un gemido de consternación. Y aun así había gritado en los brazos de Can. Su mente se había vaciado de todo excepto de lo que estaba haciendo, de las manos, la boca, del cuerpo y del calor de los besos de un desconocido al que había comprado.

¿Cómo podía haber ocurrido? ¿Había perdido el juicio? Se enorgullecía de su autocontrol. Nunca actuaba por impulso, y menos con los hombres. Y aun así había acudido a aquella subasta, había comprado a un desconocido y le había permitido... Era increíble. Sus amigas se reían de ella por el modo en que se comportaba cuando intentaban arreglarle una cita a ciegas.

- En nombre del cielo, Jos, es solo una cita, no un compromiso para toda la vida –habían dicho.

Y ella había sonreído diciendo que lo sabía, y después preguntaba cómo era el hombre, cuáles eran sus intereses y sus aficiones, quienes eran sus amigos, dónde vivía, como se ganaba la vida. En cuanto cenaba con él, le resultaba tan familiar como un antiguo conocido.

El hombre que estaba tumbado a su lado en la cama de sabanas retorcidas que olía a sexo no era un viejo amigo. Era un enigma. No tenía ni idea de quienes eran sus amigos ni de que hacía para divertirse. Podía ser cualquier cosa, desde un vendedor de coches usados a un médico. Quizá fuera de verdad un vaquero, por aquel acento que hacia aparecer y desaparecer a voluntad, por las botas y la actitud arrogante. Lo único cierto era que era atractivo. Pero su aspecto no justificaba que le hubiera permitido hacer todo aquello.

¿A quién trataba de engañar? No solo se lo había permitido, había deseado que se lo hiciera. También ella había hecho cosas. Al menos sabía que no era una niñata rica y fría. Ya no se conocía a sí misma. Había comprado a un tipo para dormir en él. Se sonrojo. Lo que había estado haciendo con Can no tenía nada que ver con dormir.

Más allá de un sueño (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora