Capitulo 19
Había empezado aquello con los ojos abiertos, sin desear un final de cuento de hadas, sino encontrar su propia identidad, su independencia. Lo último que quería era un hombre que le exigiera cosas, aparte del placer que le había proporcionado en la cama. Según las palabras que él había susurrado y por el modo en que la había tocado, podía decir que le había hecho feliz en la cama.
Pero él no iba a pedir nada más. Ella también lo quería así. Quería un amante para su nueva vida, no un hombre preocupado de que durara siempre. Quería a Can tal y como era. Volvió la cara hacia la ventanilla mientras la avioneta atravesaba el cielo.
- No quise decir que lo tuviéramos que hacer todo en una noche –señalo Jos mirando hacia la enorme estructura de hierro que hacia curvas gigantes en lo alto del parque de atracciones Magic Mountain.
- No vamos a hacerlo. Lo único que hemos hecho es comer perritos calientes...
- Perritos con Chile –corrigió ella y sonrió. – ¡Fantásticos!
- ¿Ves lo que quiero decir, cariño? Tienes que confiar en mí. Dije que te encantarían y te han encantado –aseguro él señalando con la cabeza hacia la montaña rusa. –Y eso también te va ha encantar. A no ser que hayas cambiado de idea.
- Escúchate, vaquero. Estás intentando convencerme de que suba a ese cacharro.
- Lo estoy, por una razón, porque no permitiré que te ocurra nada, princesa –afirmo agachando la cabeza para besarla. –Te agarrare con fuerza en la bajada.
- ¿Lo prometes?
- Lo prometo –aseguró abrazándola y besándola larga y dulcemente. –Siempre te cuidare, Jos. Siempre.
"No lo hará". Se le nubló la vista otra vez, como cuando bajaron de la avioneta, pero intentó sonreír y besarlo.
- En ese caso, señor Yaman, vamos allá.
Una vez en la montaña rusa, gritó, chilló, se abrazó a Can y juró que iba a morir. Y cuando terminó el viaje, lo arrastró a la cola para montarse otra vez. Can imaginó que hubiera querido volver a montar si no hubiera distraído su atención preguntándole si había probado alguna vez el algodón de azúcar.
- ¿Qué es el algodón de azúcar? –preguntó.
Le compró un algodón de azúcar rosa gigante. Ella lo probó cautelosamente con la punta de la lengua tan rosa como el algodón. Can sintió que se le agarrotaba el cuerpo al mirarla. Una corriente de deseo tan fuerte que le asustaba le recorrió el cuerpo. Quería tomarla entre sus brazos, alejarla del ruido y de la gente, llevársela a algún lugar tranquilo donde la luna y las estrellas los contemplaran mientras hacían el amor.
- ¡Can, esto es delicioso!
Él observo su rostro sonriente y sus labios manchados de azúcar.
- Delicioso –repitió y se agachó para beber la dulzura del azúcar y la boca de Jos. –Delicioso –susurró y se la llevó a la oscuridad abrazándola. Ella le rodeó el cuello con los brazos.
- Can –dijo con la voz temblorosa.
- Sí, princesa, ya lo sé.
No lo sabia, no podía saberlo. Ni ella misma lo sabía. No podía imaginar por qué el corazón le latía tan deprisa. Por qué de repente deseó que estuvieran solos, bajo el cielo cubierto de estrellas para que pudiera hacerle el amor.
Can tomó su rostro entre las manos, la besó con delicadeza al principio y después con pasión. A ella se le cayó el algodón de las manos.
- Princesa, ven a casa conmigo –susurró.
ESTÁS LEYENDO
Más allá de un sueño (COMPLETA)
RomancePrólogo Can Yaman era un soltero por el que cualquier mujer pujaría. El atractivo abogado era también un posible heredero de la enorme propiedad de los Yaman y él estaba a disposición de cualquiera de la subasta benéfica. Pero cuando Josephin Smith...