Capítulo XXXII: "Quizás no sea Loki"

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Hela sonríe en su trono de Helheim. En el espejo de agua ve a su asesino midgardiano.

Jason Shaw, cubierto con una toalla de la cintura para abajo, abre la puerta de su habitación de hotel. Es la mucama. Le trae un apetitoso desayuno, con una bebida energizante, en un carrito de servicio. También trae una caja de cartón bajo el brazo derecho. Impreso en la caja está la figura de una computadora portátil.

La mucama entra al cuarto, empujando el carrito. Jason le indica, agradecido, que él mismo se servirá el desayuno.

La diosa pelinegra sabe que Jason está dispuesto a trabajar para ella, porque le ofreció algo muy importante para él.

-Ahora solo necesito que el gran "héroe" de la midgardiana no aparezca y entorpezca a mi mortal mensajero- se dice Hela, en el Reino de los Muertos.

La diosa de la muerte se levanta de su trono y mira sus dominios.

Helheim, el Reino de los Muertos, está ubicado en lo más profundo de Niflheim, debajo de Midgard, el Reino de los Mortales.

Enclavado entre las raíces de Yggdrasil, el árbol de la vida, fresno del Universo, Helheim se caracteriza por ser una llanura extensa. No hay agua y la tierra esta agrietada en varias zonas. La niebla cubre algunas áreas y se fusiona, a lo lejos, con el cielo gris. La mayoría de los árboles están secos. Lo que abundan son las rocas. Grandes y pequeñas, afiladas y rugosas. Incluso forman montañas. También hay, dispersos, cientos de huesos de diversas criaturas de los Nueve Reinos. Tanto de Midgard como de Alfheim, Nidavellir, Jothunheim, Muspelheim y Svartalfheim.

Los muertos vivientes, conformados por diversas criaturas de los Nueve Reinos, caminan de un lado a otro sin rumbo, en grandes manadas o individualmente, sin objeción o malestar. El ejército de este reino está formado por zombies vikingos, esqueléticos, con un aura verdosa delineando su cuerpo.

La diosa de la muerte coloca su mano derecha en su cadera. Suspira. Pierde su vista en el horizonte. "Necesito algo en lo que ocupar a mis hermanos. Algo que les impida ir a Midgard a salvar a esa midgardiana", piensa. Sus ideas se ven interrumpidas ante un llamado desde el espejo de agua, cerca de su trono.

-¡Diosa de la muerte! ¡Debemos hablar!- le reclaman al unísono desde el agua.

Hela regresa al trono, se sienta en él y mira dentro de su ventana mágica. En el espejo de agua se ve a los reyes Surtur, en una mitad, y a Laufey, en la otra.

"Perfecto", piensa la diosa pelinegra. Y sonríe.

Yo despierto en la cama de Jeremiah. Él me abrigó. Mi mochila está a un costado.

Me duele tan solo parpadear. Hay un rollo de papel higiénico en el piso, cerca de los colchones. Me siento en la cama y veo su habitación. La ventana frente a mí está cubierta con una cortina improvisada, con unos clavos en los extremos. Los une un alambre, de donde cuelga una tela oscura. A mi derecha hay un escritorio pequeño donde se ubica su computadora, con su CPU lleno de calcomanías de circuitos y robots caricaturescos. También tiene una silla de oficina con ruedas, desgastada. Hay varias notas de combinaciones y claves de videojuegos pegadas sobre el escritorio y en el borde de la pantalla.

Me levanto y me pongo mis pantuflas. En la puerta, pegado por dentro, hay un poster de Albert Einstein sacando la lengua. Camino hacia la puerta, sonrío y la abro.

La luz de los pequeños tragaluces en el techo del pasillo me encandila. Hago una visera con mi mano derecha y protejo mis ojos.

Camino por el pasillo hasta llegar a la sala, a mi izquierda. Paso de largo nuestra mesa con cuatro sillas y llego al sofá.

Heredera de AsgardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora