capítulo 24

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—¡Gris, baja a comer!—gritó mi mamá desde la cocina.

No está vez no voy a caer, lo prometo.

¡La lasagna se está enfriando!—ahora gritó mi papá.

Lasagna... ¿Valdrá la pena arriesgarme por una?

Pensé eso por varios segundos hasta que decidí arriesgarme.

—El que no arriesga, no gana—susurré para mi.

Llegué al final de las escaleras y me encontré con mi mamá en la cocina.

—Gris querida, pone la mesa—Dijo con una cara inocente.

Maldita sea volví a caer.

Siempre me hacen esto...—dije y saqué un mantel mientras negaba con la cabeza.

—Sabes que te queremos—Soltó mi papá desde el sofá.

—Si-si, ajam-ajam—dije con el sarcasmo brotando por mis poros.

Puse la mesa y almorzamos tranquilamente una sopa de pollo.

Lo sé, también me engañaron con eso, no era lasagna—tristemente—.

Cuando terminamos me fui al sofá con mis papás y nos pusimos a ver una película, después de un rato la película me empezó a aburrir y saqué mi celular, me di cuenta que tenía un mensaje.

Cam: Quieres ir por unos helados al centro???

Cuando les iba a pedir permiso a mis papás, me di cuenta que no les había contado lo que había estado pasando las últimas semanas.

Nada de Cam, Lucas, Cleo, de cómo me he sentido. Absolutamente nada.

—Padres—los llamé—¿Se acuerdan de Cameron Prescott?—Ellos asintieron—Está aquí en la ciudad y me invitó por unos helados ¿puedo ir?

—¿Cómo que está aquí?—preguntó mi mamá

—¿Desde cuando?—se unió mi papá.

—Uhm... de algunos días nos encontramos en la calle.

—Dame el número de su mamá, tenemos que juntarnos—dijo mi mamá y tomó un sorbo de su té.

—Yo tengo que juntarme con su papá.

—Si, yo les paso sus números, pero...¿Puedo ir?

—Por supuesto, Gris. Pero no llegues tan tarde—accedió mi papá.

*******

Cam: Dónde estás?

Voy llegando

Cam: Ok

Cuando me acerqué más al local de helados lo vi ahí sentado y me decidí por asustarlo.

Me acerqué sigilosamente y le tapé los ojos.

—Dame tu reloj—Dije poniendo la voz más masculina que pude.

—¡No! Me lo regalo mi papá para mi cumpleaños—Dijo antes de saltar un grito todo agudo.

Con ese gritito no pude aguantarme y me eché a reír.

—¡Tu grito!—logré articular y seguí riendo.

—Ya, estaba actuando para ponerle más drama. Sabía que eras tú—Se excusó y se cruzó de brazos.

—Ajá—dije siguiéndole la corriente y me sequé una lagrima que apareció de tanto reírme.

—Te lo digo en serio, ingenua—Se defendió.

Cleaved originalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora