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San Bernardo me recibió con una torrencial lluvia. Recuerdo que estuve casi una semana indispuesto por el resfriado que pesqué aquella noche en la que llegué a casa empapado desde la cabeza hasta los pies.

Mamá estaba preocupada por la herida de mi labio, así que me vi obligado a contarle todo lo que había sucedido. Sentí su rechazo cuando ella simplemente tomó el algodón y el alcohol y se marchó de mi lado cuando hubo terminado de curarme. Sabía que lo merecía, que difícilmente estaría de acuerdo conmigo, de lo que no tenía idea era de lo mucho que iba a doler sentirme solo en mi propia casa.

Fue una de las noches más duras de mi vida, acababa de dejar a Erick prácticamente a merced del señor Vera y eso me hacía sentir el peor hombre del mundo.

Fue solo un poco reconfortante el abrazo que me dio mi madre al día siguiente, me recordó a los abrazos que me daba de niño cuando me raspaba las rodillas, aunque no puedo pretender comparar el dolor de una rodilla lastimada con el de un corazón destrozado, evidentemente esta vez no pudo clamar del todo mi dolor.

Estuve muy intranquilo los primeros días, esperando noticias de Erick, pero no había ninguna, él no llamó, no envió mensajes y Richard tampoco.

A las dos semanas dejé de esperar.

Llamé cada día después de eso y no puedo decir el número exacto de mensajes que envié, pero nunca obtuve respuesta.

Mi cabeza formulaba cientos de hipótesis para explicar el hecho de que ni Erick ni Richard respondieran, todas eran desalentadoras.

El pensamiento de que su esposo tomara represalias con él me ponía los nervios de punta, solo me calmaba pensar que Richard no faltaría a su palabra de mantenerlo seguro. Pero, Richard tampoco había atendido mis llamadas ni mensajes, y me preocupaba que algo haya podido pasarles.

O tal vez no era así, y me jodía la cabeza pensar que si no habían noticias de Erick hasta este momento era porque había optado por quedarse junto a su marido.

Al mes dejé de llamar.

Decidí dedicarme plenamente a las cosas de la finca cuando comencé a pensar que quizá Erick estaría odiandome y que nunca me perdonaría haber desaparecido de la manera en que lo hice.

¿Estaba renunciando a él? probablemente. Sin embargo, creo que no soy el único que necesita mandar todo a la mierda y ser feliz por primera vez en su vida, creo que es una lección que Erick debe aprender también.

Nunca he sido la felicidad de nadie, y quiero ser la de él, pero necesito que él quiera ser la mía también. Sé que me ama, pero no me basta, porque quiero que escoja estar conmigo.

Aquel día era muy temprano aún, faltaba poco para las seis de la mañana y apenas se colaban algunos rayos del sol. Sostenía mi sombrero en las manos cuando dos faroles alumbraron frente al rancho y el sonido de un auto se hizo presente.

Vi bajar a un hombre que reconocí al instante, sin embargo, esperé que fuera él quien viniera a mi encuentro porque no estaba entendiendo nada.

-Joel- dice Richard caminando hacia mí.

-¿Qué haces aquí? ¿pasó algo?.

-Ten calma Joel, traigo noticias de Erick.

-¿Cómo está él?- pregunto sintiendo mi corazón desbocarse con la sola mención de su nombre.

-Él está bien, no te preocupes.

-Júramelo Richard.

-Lo juro, está bien.

-¿Dónde está?.

Su silencio me desespera, así que lo tomo por los hombros en un intento de intimidarlo.

-Maldición Richard dime dónde está.

-Oye tranquilo, yo...no sé si hice bien pero....

Va hacia el auto nuevamente y esta vez abre la puerta del asiento de copiloto. El aire abandona mis pulmones cuando veo bajar a Erick, después de dos malditos meses lo veo por fin, luce bien, quizá cansado pero bien y eso es suficiente para mí por ahora.

Camina apoyado en el brazo de mi amigo y se dirige hacia mí. La camiseta que trae no es lo suficientemente holgada para ocultar su panzita que apenas se empieza a notar, así que me deleito un poco con la vista mientras camina.

-Joel.

-Erick- susurro con voz ronca.

-Voy a dejarlos solos- dice Richard alejándose hacia el auto -de todas formas debo estar en la empresa a las ocho en punto.

-Erick, no entiendo cómo es que estás aquí- digo tomando su mano para que se apoye en mí.

-Le dije a Richard que debía tomar la avenida occidente hasta el kilómetro 63, desviarse a la izquierda y conducir por 15 minutos más hasta la finca Villa Clara, ¿lo hice bien?- pregunta con un adorable puchero en sus labios.

-Lo hiciste bien- asiento -estás aquí.

-Por fin estoy aquí- lo escucho susurrar.

-¿Vas a contarme todo?

-Lo haré- responde con sus ojos vacilando entre los míos.

-Entonces ven- tomo su mano para llevarlo dentro de la casa pero no se mueve.

-¿Er?.

No me responde, se pega a mi cuerpo y sube su rostro un poco mientras se para de puntitas. Sé que quiere que lo bese y yo también quiero besarlo, así que inclino mi cabeza y atrapo sus labios entre los míos. Me besa profundamente como si quisiera demostrarme cuánto me extrañó, lo cual hace saltar el emocionado músculo en mi pecho.

Tengo muchas preguntas, pero justo ahora no quiero alejarme de sus labios, así que supongo que si esperé dos meses puedo esperar unos minutos más mientras sigo besándolo.

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Les quiere:
Lía. ❤️

¿Cuál Es Nuestro Título? |Joerick|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora