Capítulo 16

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Capítulo 16



Diario de Él:

Juan sigue con las suyas. Ahora vino con la novedad que quiere plantar frutillas y que hará un invernadero al lado del galpón para que en el galpón viva una familia de Bolitas (como él les dice a los bolivia­nos) para que cuiden las plantas y después trasplantarlas y cosechar las frutillas. Esto lo hace porque un amigo suyo lo está haciendo en otro campo y pagando lo mínimo saca rédito con las frutillas. A Juan le interesa el dividendo que podría obtener, pero noto que más que nada lo hace por competir con su amigo, como compite con todo el mundo.

A mí la idea no me gustó en absoluto. No puedo imaginarme ha­ciendo todo lo que hacemos en las noches con las experiencias y a veces los gritos de nuestros amigos, o nuestras corridas habiendo gente de afuera. Recuerdo una experiencia en la que estábamos Alicia, Hugo, Carlos y yo frente a las rocas altas y vimos un elemental que a mí me tomó del abdomen y me elevó cuatro metros y me arrojó. Todos salieron corriendo y Alicia dando alaridos hasta llegar a la casa, Hugo blanco como un papel y Carlos mudo; al rato llegué yo que no sabía ni dónde me encontraba pues confundí el camino de vuelta... Imaginen esto viviendo a escasos cinco metros de nuestra casa, sin baño, porque Juan no les va a hacer un baño. Me siento totalmente coaccionado e invadido.



─Con respecto a todo lo que estuvimos viendo. ¡No queremos coaccionar, pero tampoco que nos coaccionen! ¡Esto se repite con frecuencia y Juan, sabiendo que queremos cuidar el lugar, que no venga nadie extraño, elije traer extraños!... –explicó Guillermo

−Es su elección. Así es. Como también es la vuestra. A veces es necesario hablar más. Exponer más las ideas, las metas. Preguntar más. Buscar el compromiso del otro frecuentemente. A veces se requiere. Nunca den por sentado nada. Nunca den por hecho nada. Todo está por hacerse. ¿Sí? –expuse

−Sí –dijo mi discípulo no muy convencido− ¿Es necesario preguntar? Tuvo la libertad de elección.

−No, me refiero al saber lo que piensa el otro y lo que quiere hacer con su vida. Cuál es su elección verdadera. Cuál es su compromiso. A eso me refiero. –dije

−Bueno, compromiso ya vimos que en otras oportunidades no hubo. No quiero volver a caer en la que caí la vez pasada, cuando nos contó Tato, pero con respecto a esto, cuando Arturo le pidió de hacerse una casita ahí atrás de la nuestra él le dijo: "Charlalo con los chicos", y ahora, sin decir nada va a poner un vivero ahí atrás y eso implica que haya gente extraña. ¡Y no nos gusta!

−Está bien. Cada uno sabe lo que tiene que hacer y lo que quiere hacer. ¿Cuál es el problema? –pregunté

−¡Entonces de nada sirve hablarlo!−respondió

−Sirve en la medida en que estamos enterados, y esto también es bueno que suceda, porque no deben amarrarse a nada.−dije

−Bueno, esa conclusión sacamos: que veníamos... Que estábamos demasiado apegados a esto.−explicó

−Sí. Y no es bueno, porque eso quita libertad. Los Apegos nos quitan libertad. Las amarras que nosotros mismos ponemos nos quitan libertad. Comprendan que deben ser libres. Que nada debe atarnos a ningún sitio. Porque lo que hicieron, hecho está. Y lo importante es Ahora; que mañana no se sabe. Ahora es lo que importa. Si son libres de todo y de todos tienen asegurado el mañana, que será libre. Pero si ustedes se amarran, se apegan, no tienen asegurado nada. Es como una contradicción, pero no es así. Del futuro no podemos hablar. Todo está por hacerse, y lo que hicimos hecho está. No puede desandarse. Solo nos queda el Ahora, y el Ahora debe ser libertad absoluta. Empren­der el vuelo cuando queramos o quedarnos si esa es nuestra decisión. Pero no deben atarnos ni los pensamientos ni las ac­ciones de otras personas. No deben atarnos lugares, objetos, sentimientos. La libertad nos da todo eso. El hombre común aprendió que amarrándose y apegándose no pierde nada. Pero nosotros les decimos que no tiene nada. En cambio, cuando somos libres y otorgamos la libertad a los otros, tenemos todo y más. No olviden que el Amor Supremo existe entre ustedes y entre ustedes y vuestros amigos. Hay una lucha de poder muy grande entre vos y él; a ver quién es más poderoso; a ver quién es el que puede hacer más. Todavía no se han dado cuenta que el Amor Supremo está presente pero que es opacado por senti­mientos de amor humano. Despréndanse de eso, o al menos desprendete vos. Da todo de vos, todo tu amor, toda tu com­prensión, tu paciencia, tu perseverancia. Da tu amor, todo, sin quedarte nada para vos. Así demostrarás con hechos que sos libre, que nada puede encadenarte. Suenan muy lindas estas palabras, pero es hermoso, maravillosos cuando uno lo puede sentir. Trabajá. Sacate ese amor humano que no te deja ver; no te deja sentir; no te deja disfrutar de la libertad. ¡Porque le tenés miedo a la libertad, todavía! Sabés lo que significa. Tenés el recuerdo, pero todavía le temés. –le dije

−Pero no es... ¿El tomar la decisión que tomamos no es realmente ser libre y dejar que él haga lo que quiera? –preguntó

−¿No sería mayor libertad tomar la decisión sin que él tome la suya? –repregunté

−¡Si eso hicimos! –contestó

−Tu decisión es consecuencia de la de él. Libertad sería tomar una decisión sin tener en cuenta ninguna otra, sin conocer ninguna otra. –aclaré

−Sí, entiendo –dijo cabizbajo

−Bien. De todas formas te amamos pequeño gusanito muy importante aún. –dije

−¿Por qué no me ayudan un poco con eso de la lucha de poder? –solicitó

−Eso tienen que verlo ustedes, o por lo menos vos. En qué estás luchando; por qué cosas.

−Para que no haga cosas que a mí no me gustan. –espetó

−Tal vez debas ir más al fondo. ¡Más! ¡Mucho más! Bien, de todos modos siempre recuerden que ustedes juntos tienen la oportunidad maravillosa de encontrarse con la energía cósmica y con los espíritus de la naturaleza donde estén. Todo los acom­paña, y que una vez que se ha tomado una decisión no es bueno dar marcha atrás.

"El Olvido en el no hacer" (Libro 6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora