iv. three headed dog

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CAPÍTULO 04
El perro de tres cabezas

—Te buscan afuera— avisó Hermione con voz cortante

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—Te buscan afuera— avisó Hermione con voz cortante. Seguía enojada por la tarde anterior donde Sadie había desobedecido ordenes sin importar las consecuencias.

—¿Quien es?— preguntó de la misma manera dando vuelva a la hoja de un libro que ni siquiera estaba leyendo.

—Tu libro está al revés, y son tus amigos— resaltó la última palabra con rencor.

—No es mi libro, lo agarre de tu buró— dejó la copia de "Quidditch a través de los tiempos" a un lado y se paró para bajar a la sala común pero tan pronto como pisó el suelo, se cayó.

—¡Demonios! Olvide que debo usar muletas

Hermione rodó los ojos y se acercó para ayudarle a pararse, le extendió las muletas y su mochila donde estaban los libros para las clases siguientes.

—Gracias, Hermione

—No es nada, ahora apresúrate porque llegarás tarde a clases

—¿No bajarás a desayunar?

—Ya lo hice, estudiare para pociones

Sadie asintió un poco extrañada, ¿Quien cambiaba comida por libros? De igual manera se retractó mentalmente diciéndose a su misma: «No juzgues, cada quien sus problemas mentales»

La noche anterior se había desmayado del susto al ver una jeringa que Madame Pomfrey estaba por inyectarle, se despertó en su habitación con un yeso en el pie derecho y con muletas al lado de su cama donde también había una nota con instrucciones y un aviso de la enfermera. Así que se quedó parada al inicio de las escaleras pensando en cómo bajar sin lastimarse el otro pie.

—¿Quieres que llame a Oliver?

—No quiero molestarlo, ayúdenme ustedes

Harry subió rápidamente quitándole la mochila para cargarla el, paso uno de sus brazos por su hombro y Ron hizo lo mismo del otro lado, ayudándola a bajar hasta el final.

—Tendré que dormir en los sillones por unos días

—¿Porque no te dieron una poción?

—Neville se acabó las reservas y Pomfrey tardará una semana en hacerla

—Podemos quedarnos contigo— sugirió Harry

—No es necesario, solo serán unos días

Sadie retomó el paso por sí sola hasta llegar al comedor, en realidad, no le molestaba estar en esa condición, siempre había querido sentir lo que era quebrarse un brazo o una pierna, o usar muletillas, era algo que podía tachar de su lista de deseos.

—¿Que castigo te pusieron, cara rajada?— preguntó Sadie tomando asiento en el comedor.

—¿Cara rajada?

SADIE SHEPHERD Y LA PIEDRA FILOSOFAL [1]  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora