Siempre tuya

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Tenía los nervios a flor de piel, mis manos temblaban como si fueran gelatina y la vista se me nublaba. En mi mente repasaba el discurso que me ayudó a preparar Elisa una y otra vez en busca de algún error.

Hoy era el día de la coronación.

Mis ojos buscaron a Éric con rapidez antes de entrar por la gran puerta de la Iglesia. Este al percatarse me sonrió y dejó a un lado a su hermano para estar a mi lado.

–¿Sabes que estás preciosa?– Dijo regalándome una sonrisa.

–¿Tú crees?

Él me dio una gran sonrisa mostrando sus dientes.

–Por supuesto. Además, ya eres mía– dijo dándome un beso en los labios mientras señalaba el anillo en su dedo.

Un recordatorio de que estábamos casados y que nadie se interpondría entre nosotros.

– Siempre tuya –sonreí.

Segundos después se comenzaron a escuchar una melodía, el momento había llegado.

Eric, con una sonrisa, entrelazó nuestras manos rompiendo así todo el protocolo de que debía entrar primero el rey solo y tiró de mí hacia delante.

–Debemos hacer las cosas bien – dije sería frenándolo– si empiezo haciendo las cosas mal, el pueblo nunca me querrá.

Él soltó una sonora carcajada.

–¿Bromeas? De hecho, te quieren a ti más que a mi, has echo que Norem sea conocido mundialmente–dijo sin dejar de reír y, obviamente, sin soltarme.

–No es mi culpa que tu familia esté loca – dije en un susurro, pero que él logró escuchar haciendo que se parara de nuevo.

–Pero ahora solo quedamos los locos buenos, los que jamás te harán daño, incluyéndome a mi. Ahora tú también estás loca –dijo con una media sonrisa.

–Claro que estoy loca por ti –le di una sonrisa sin mostrar mis dientes, pero sincera– cualquier persona a la primera desgracia se hubiera ido y aquí me tienes. Casada con mi primer secuestrador – dije haciendo el gesto de comillas con la última palabra.

–Con tu sexy principe de la estación –río por lo bajo haciéndome sonreír a mi también.

Hoy no dejábamos de sonreír.

–Con mi sexy principe de la estación – afirmé Antea de dar el primer paso para entrar a la enorme iglesia.

Para ser sincera, ni siquiera me fijé en la decoración de esta, solo miraba a Eric y a mi pequeña Briana, a la cual habían colocado una pequeña silla al lado de su padre que era el central, mientras que yo me sentaba a su lado izquierdo. Era una situación un poco cómica, pero que no dejaba de ser seria.

–Ahora, para terminar con la celebración Brisieda dirá un pequeño discurso antes de ser coronada – dijo Eric dándome paso.

Me coloqué justo donde estaba el micrófono que habían improvisado a cinco pasos de los asientos de los reyes y lancé una rápida mirada a Eric, que al ver mi cara, sabía que algo no iba bien.

Acababa de olvidar el discurso. Genial.

–Esto... yo... –dude cómo comenzar hasta que una pequeña voz me interrumpió.

– Mamá está guapa – se escuchó en el silencio incómodo que se había creado en la iglesia y me giré para mirar a mi pequeña Briana, la cual estaba sentada en las piernas de su padre señalándome.

Al darse cuenta de que los miraba, ambos me sonrieron de la misma manera, hasta sus sonrisas eran iguales.

Con un arrebato de valentía y dejando de dudar, me lancé al charco y comencé a hablar.

El Sexy Príncipe De La Estación ||EN EDICIÓN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora