La Boda Del Siglo

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Había pasado un año de aquel accidente donde murió Briseida

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Había pasado un año de aquel accidente donde murió Briseida. Durante muchos meses estuvimos buscando sus restos sin resultado alguno, supusimos que debió arder junto con los restos de la casa, ya que el comandante pulsó el botón estando justo al lado haciendo que pequeñas explosiones de gas y a saber que armas que se encontraban dentro de la mansión.

No logré entender porqué no esperó a que lograra salvar a Briseida de aquel hombre que se la llevó. Jamás lo sabré.

La familia de Briseida se mudó a palacio para estar cerca de la niña y, aunque sus padres fueran mayores, lograron aprender el suficiente inglés como para mantener una conversación fluida con ellos.

-¡Pá! - dijo una pequeña niña entrando por la puerta.

Y esa era mi niña, mi Briana. Jamás le quitamos el colgante improvisado que hizo su madre. Lo mejoramos con el tiempo ya que la cuerda era endeble y casi se rompió. Su voluntad fue que la bebé lo tuviera como recuerdo y yo la cumpliría.

Entró al despacho a paso lento, era una niña elegante y muy desafiante ya que era raro cuando no hacía alguna travesura. Tal y como su madre, según dijo su abuela María.

-Perdona Eric - dijo Eider entrando al cubículo - no paraba de decir papá, solo quiere verte y ahora me la llevaré.

-No hay problema, puedo descansar un rato.

Cogí a la niña en brazos y bajamos a la cocina los tres. Eider estaba siendo muy buena amiga, no dejó que nadie tocara a la niña a excepción de Aaron, Seúl, Marc, yo o sus abuelos.

En este tiempo, muchas habían sido las mujeres que llegaban a palacio para pedir mi mano, ya que eran condesa jóvenes y traían buenos tratos. Pero a mi no me importaban en absoluto.

Ninguna era Briseida.

-¡Entera no! - le gritó Eider a Briana al ver que iba a comerse una magdalena de chocolate entera.

La niña la miró desafiante y un segundo después se metió la magdalena en la boca sin apartar su mirada.

-Tan toca pelota como su madre.

-Eh - reí yo- algo de ella debe tener aunque no esté aquí. Pequeña, dejame que te ayude - dije partiendo la magdalena en dos.

La niña me sonrió en modo de agradecimiento mostrándose los cuatro dientes que tenía. Las dos paletas de arriba y las dos de abajo.

Ella no había cambiado nada. Su pelo, ahora largo hasta sus hombros, era rubio como el de su madre. Sus ojos, grandes y redondos, habían optado por el color verde agua y su nariz seguía siendo pequeña y respingona. Casi todo se parecía a mi, era un hecho que todos sabíamos, lo único que heredó de Briseida eran los ojos grandes además de su forma de ser, o al menos, lo que hemos descubierto.

-¿Cómo vas con los preparativos? - le pregunté a Eider mientras cogía una manzana- vamos un rato al jardín para que Briana juegue con Prince.

El Sexy Príncipe De La Estación ||EN EDICIÓN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora