Libres

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La cuerda se clavaba cada vez más en mi cuello, lo sentía rajarme la garganta provocando ya que fuese imposible respirar

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La cuerda se clavaba cada vez más en mi cuello, lo sentía rajarme la garganta provocando ya que fuese imposible respirar. Poco a poco fueron flaqueando mis fuerzas y cuando me sentía desfallecer sentí como mis manos se soltaban de la cuerda que las amordazaba y viajaron hasta mi cuello.

De repente, alguien cogió mis piernas elevandolas hacia arriba, pero no sirvió de nada, la sensación de ahogó era cada vez mayor. Sentí como el suelo volvía a mis pies y como una persona me quitó la cuella que se hincaba en mi cuello. Intenté gritar pero no salía ninguna palabra, solo inspirar aire dola como si me hincaran miles de cuchillos en mi garganta. Era realmente una pesadilla.

-Tranquilizate - escuché como me decía alguien entrecortadamente.

Ahora mismo mi prioridad era darle aire a mis pulmones.

-¡Qué hacéis! - gritó una voz femenina.

Ahora mismo no reconocía a nadie, mi cara debía estar colorada por la falta de aire y mi cuello realmente herido. A duras penas me dí una vuelta y miré al cielo, volvía a librarme de la muerte. Una vez más.

Las nubes se movían lentamente ante mis ojos, balanceándose para mí. A mis oídos llegó, aunque realmente fue mi imaginación, la canción de nana que mi madre me cantaba.

Una nana para dormir,
es lo que quiere mi niña oír.

En sus sueños poderes quiere tener,
pues los deseos de los niños son difíciles de entender.

A la muerte no debes temer,
lejos yo la mantendré.

Morfeo en sus brazos te tiene,
los ángeles te protegen
y regalos al dormir te ofrecen.

Una nana quiere mi niña oír,
es lo que necesita para dormir.

Poco a poco volvía a la realidad. La voz de mi madre cada vez se hacía más y más lejana. Cogí impulso y logré sentarme, aun con mi respiración agitada, en el suelo. Miré a los presentes que me observaban fascinados. Mire a mi salvador y poco me sorprendió ver a Eric con un machete en la mano, supongo que fue lo que encontraron más rápido para logar cortar la gorda cuerda.

A duras penas me incorporé, mientras, Aaron que se acercó me sirvió de apoyo. Cuando estuve de pie pude verlo mejor con claridad.

-¡Qué calamidad! - gritaba la falsa Arsuh- ¡rompéis el tratado otra vez!

En ese momento, una ira me quemó por dentro. Necesitaba acabar con todo este sufrimiento y, sacando fuerzas donde no las había, me solté de Aaron y le arrebaté a Eric de las manos el machete. Con una fuerza que jamás pensé que tendría, me dirigí esta vez hacia el lugar de Pelin mientras ella seguía gritando cosas de que esto incumplía todas las normas.

El Sexy Príncipe De La Estación ||EN EDICIÓN||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora