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  ANTONIA pudo regresar a Tucson sin ningún incidente, aunque en dos tramos de la carretera había placas de hielo que le crearon algún problema. Estaba muy alterada, pero aquello no afecto su tranquilidad al volante. Powell Long había destruido bastante su vida, y no estaba dispuesta a preocuparse por él ni un minuto más, aunque el odio se interpusiera en la relación que mantenían.

Pasó ocupada el resto de las vacaciones, y el día de nochevieja no vio a nadie. Se limitó a llamar a su padre para hablar con él. Ninguno de los dos mencionó a su antiguo novio.

 

Barrie la visitó el primer día de enero. Llevaba vaqueros y un jersey, e intentó no demostrar demasiado interés por la visita que Dawson había hecho a la casa de su padre. Siempre era igual. Cada vez que Antonia iba a Wyoming, Barrie esperaba con paciencia hasta que decía algo sobre su hermanastro. Después, hacía como si no estuviera interesada y cambiaba de conversación.

 

Pero esta vez no lo hizo. Miró a su amiga a los ojos y preguntó:

 

—¿Está bien?

 

—Sí, claro —contestó—. Ha dejado de fumar.

 

—¿Mencionó algo sobre la viuda? Antonia sonrió y movió la cabeza en gesto negativo.

 


 

—No mantiene relaciones con ninguna mujer. De hecho, mi padre lo llama «el hombre de hielo de Bighorn». Aún están buscando a una mujer que pueda atraparlo.

 

—¿A Dawson? Pero si siempre ha estado con todas las mujeres que ha querido.

 

—Pues creo que ya no. Al parecer, sólo está interesado en su negocio.

 

Barrie parecía sorprendida.

 

—¿Desde cuándo?

 

—No lo sé. Desde hace unos años —contestó, frunciendo el ceño—. Dawson es tu hermanastro. Tu sabrás tanto como yo, ¿no te parece?

 

Barrie evitó su mirada.

 

—No lo veo nunca. No voy nunca a casa.

 

—Sí, lo sé, pero estoy segura de que oyes cosas sobre él.

 

—Sólo cuando tú me dices algo —espetó—. Yo... no tenemos amigos  comunes.

 

—¿Nunca te visita? Su amiga palideció.

 

—No lo haría —contestó, forzando una sonrisa—. Se podría decir que no nos llevamos bien. En fin, me voy a bailar. ¿Quieres venir conmigo?

 

Antonia negó con la cabeza.

 

—No. Estoy demasiado cansada. Te veré en el trabajo.

 

—Claro. Tienes peor aspecto que cuando te marchaste. ¿Es que has visto a Powell? Antonia vaciló, herida.

El Pasado que nos une Donde viven las historias. Descúbrelo ahora