Arya
Desperté en la acogedora cama del hotel en el que me alojé la noche pasada tras llegar algo tarde. La alarma de mi teléfono retumbó por toda la habitación. Tampoco quería despertar a los huéspedes de al lado, si es que acaso había. Y además, debía darme prisa en prepararme a tiempo para la reunión que tenía con la presidenta de la empresa Manoban Holdings Inc.
Venir desde California me dejó completamente extenuada, sobre todo por el desfase horario. Y aunque hubiese descansado en un lecho de primera calidad, no habían sido más de seis horas. Mi ánimo tampoco contribuía mucho para querer abandonar las suaves mantas e introducirme en la ducha. Pero finalmente, resignada, me introduje en el baño arrastrando los pies. Me dio miedo mirarme en el espejo; no lo hice para tener que ver mis posibles ojeras. Tenía sueño acumulado. Estaba decidida a dormir veinte horas si era necesario después de cerrar el asunto con esa Lalisa. De tan solo pensar en que tendría que lidiar con una chica fea y mimada, mis ganas de volver hacia la cama tan solo se acrecentaban.
Cuando salí refrescada por la rápida ducha procedí a maquillarme un poco. No quería que se notara que en una semana había dormido, quizá, menos de quince horas.
Una vez estuve lista y consideré que me veía lo suficientemente agraciada y sin que se notara que no tenía ninguna gana de estar allí, procedí a vestirme. Utilicé un vestido negro con unas sandalias con algo de tacón. En Bangkok todavía hacía calor —húmedo— a pesar de que ya era septiembre. No me molesté en mirar la página del tiempo; simplemente metí en mi equipaje un poco de todo para estar preparada ante cualquier escenario.
Di unas suaves cepilladas a mi ondulado cabello y salí de la habitación del hotel. Pedí un taxi para llegar hasta la imponente edificación de M.T (Manoban Tower). Pensé por un momento en si haber prejuzgado con tanta indisposición a Lalisa Manoban había sido una buena idea. Quizás en su oficina me estaba esperando alguien con quien ni siquiera me saldrían las palabras, pero no me dejé intimidar. Si me acobardaba en ese momento, tan solo estaría demostrándoles a mis padres que su elección, por muy grande que la puñalada hubiese sido, era la correcta. Ya había medio aceptado mi posición, pero me negaba en rotundo a tener que darles la razón simplemente por falta de coraje.
Entré y en la recepción una adulta joven simpática me atendió.
—En la planta de arriba del todo en la puerta del fondo —me indicó con una agradable sonrisa—. No tiene pérdida.
Tal y como me indicó, llegué hasta la última planta ascendiendo unas sesenta en ascensor. Para mi desdicha, sufría de fobia a las alturas. Así que como su oficina tuviese muchos cristales, enseguida me pondría aún más nerviosa. Aún no lograba comprender cómo es que pude viajar en avión a Seúl sola.
Traspasé una puerta pintada de blanco y allí me encontré una pequeña habitación con un escritorio y un pórtico de roble aún más grande que el anterior. Sentada en una silla, una mujer tecleaba en un ordenador a gran velocidad. Al percatarse de mi presencia, levantó sus ojos durante una milésima de segundo antes de volverlos a la pantalla.
—¿Qué desea? —inquirió.
—Tengo una cita con la señorita Manoban a las nueve y media.
—Nombre y apellidos —solicitó secamente. Era como si odiara mi mera presencia.
—Arya Rose —musité con simpleza.
Sus ojos se separaron de nuevo de la computadora y me miraron.
—Siento que haya tenido que acudir tan pronto, señorita Rose —dijo con pena. Su tono se suavizó al hablarme—, pero la señorita Manoban hizo una cancelación de último minuto. Salió por la puerta hace apenas unos quince minutos. Lo lamento.
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Infranqueable
FanfictionArya, que se está iniciando en el mundo de los negocios, es forzada por sus padres a fusionarse con una gran compañía; la empresa del gran imperio Manoban. Y allí, en Bangkok, conoce a la presidenta de dicha firma, Lalisa Manoban, tan impávida y tan...