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Lalisa

    Indagando algo en mi pasado, fue caótico. Desde mi infancia sufrí acoso por mi orientación sexual. Desde muy pequeña supe que los niños no me atraían, sino las niñas. En el colegio siempre estaba sola o sufriendo de abusos porque las niñas decían que yo las haría daño. Y a los niños no les gustaba un pelo. Siempre que jugaban al fútbol, algún chistoso bromeaba con usarme de blanco para sus tiros.

    En la adolescencia, las cosas mejoraron. Conocí a personas que no eran heterosexuales y eso hizo que poco a poco superara todas las inseguridades que me habían creado, junto con ayuda profesional.

    Durante la pubertad también tuve mis primeras relaciones que confirmaron mi orientación.

    Por lo demás, mi adolescencia fue bastante normal. Mi carrera en la universidad no lo fue tanto. Pero, más o menos, todo fue bien hasta que mis padres fallecieron. Entonces, ahí todo se desmoronó y se partió en mil pedazos. Se juntó con que todavía estaba recuperándome de otro asunto y... no sé ni cómo sobreviví. Supongo que mis padres me enseñaron a ser una luchadora nata. Por eso no me rendí.

Arya

    El fin de semana por fin llegó tras mi primera semana de trabajo. Había muchas cosas que quería cambiar. Para ello, me había prometido esforzarme al máximo. Por esa razón el viernes me encontraba completamente agotada.

    Las reformas consistían en la fusión de nuestras dos empresas. Ya no sería Manoban Holdings Inc. y Roselle's, por separado. Lisa y yo bautizamos a la nueva marca como «Roselle & Manoban's». No nos pusimos de acuerdo a la primera, pero finalmente acordamos que sería así.

    El concepto principal sería sobre moda y cosmética, ya que mis padres promocionaban una marca conocida de ropa y también poseían una agencia de modelaje. El producto principal del imperio Manoban eran productos de cosmética tradicional de la familia. Tras varias discusiones, fijamos que la marca acogería a modelos y embajadores para que lucieran los productos que se produjeran. Y finalmente convencí a Lisa de que el reparto de las ganancias sería repartido a partes iguales para ambas.

    Comencé a comprender lo que había que hacer para razonar con ella. Estaba acostumbrada a imponer antes de echarme hacia atrás, pero con Lisa no había necesidad de ser ácida. Con su tono seco, ya me era difícil serlo. Hacía falta algo más para eso, después de haberle pedido disculpas por mi infantil comportamiento. Pero a parte había algo más. Era su forma de mirarme, que me intimidaba. Y eso era quedarse corta. Se trataba de la habilidad que había adquirido para no desesperarse conmigo. Era más paciente cuando se trataba de mí. Quizás porque sino acabaría con dolor de cabeza.

    Esa tarde, Lalisa me había citado en su ático para discutir unos asuntos. Ya era prácticamente una rutina, a pesar de que solamente había transcurrido una semana. Era raro que las dos nos pudiéramos reunir durante las horas laborales, ya que ambas poseíamos una agenda tremendamente apretada. Era algo temporal. Duraría algún que otro mes hasta que todo quedara perfectamente establecido.

    Me gustaba trabajar y ser independiente, aunque el rencor que había acumulado hacia mis padres hacía que todo fuera más frustrante. Me había prometido no hablarles hasta que me pidieran disculpas.

    Después de todo lo ocurrido durante esa noche, no recibí ninguna llamada de nadie. No tuvo que pasar mucho tiempo hasta que conseguí otro teléfono, y en el buzón de llamadas no se había notificado ninguna. La razón no me era forastera. Imaginaba que ellos estarían con el resto de mi familia arreglando varios asuntos. Entre ellos, el tema de la herencia con bastante preferencia, intuí mágicamente.

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