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Arya

Me sorprendí por la repentina invasión a mi espacio personal, pero no tardé en corresponderla.

    Agarró mi cintura con sus dos manos y me pegó a su cuerpo, tan caliente como el mío. Me llené de deseo de inmediato.

    Acaricié su nuca y su mejilla y ralenticé el beso, hasta separarnos.

    —Lisa, yo... —Fui abruptamente interrumpida por sus labios hambrientos. Se separó de mí y habló antes de que yo pudiera hacerlo.

    —Discúlpame porque romperé tu relación con John.

    «Ya está rota.»

    Me tomó por la nuca y volvimos a besarnos con ansia y sed de la otra. Revolví por completo su cabello. Me contuve para no apretarle el cuero. Ella agarró mi cuello ejerciendo presión y mordisqueó mis labios, como pidiéndome permiso para entrar a mi boca. Accedí, por supuesto.

    Nuestras lenguas se tomaron su tiempo para conocerse entre tibias caricias. Mi corazón bombeaba a mil por hora. Mordisqueé sus labios, cosa que pareció provocarla. Repetí la acción en numerosas ocasiones. Necesitaba más de Lisa y no conseguía saciarme. Ella tampoco podía negar ni ocultar su codicia; lo demostraba apegándome cada vez más y más a su calor con fuerza. Cuando lo hacía, mi centro palpitaba de necesidad. Quería ser tocada por ella.

    —Lisa, te necesito... —murmuré en su oído.

    —No comas ansias —me contestó entre suspiros mientras abandonaba mis labios.

    Besó con sutileza mi cuello, haciéndome jadear de placer. Sabía que puntos tocar para hacer que mis piernas temblasen. Pronto sus besos se transformaron en mordisco y succiones por toda la base de mi cuello. Alcanzó el punto donde se puede tomar el pulso. Lo chupó y lo mordisqueó. Solté un gemido de placer y la apegué más a mí, envuelta en una dulce insania.

    Me empujó a los pies de la cama y se agachó delante de mí. Cogió mis zapatos y me los quitó. Luego, se acercó a la cremallera de mi falda y la bajó con lentitud, matándome de la necesidad en ese instante. Cabe resaltar que todo aquello lo estaba realizando con su vista pegada a mí, logrando que temblara sin parar.

    Posó sus manos en mi cintura y alcanzó el elástico de mis medias. Poco a poco las bajó. Levanté mis cadera para ayudarla. Finalmente me quedé en bragas. Fue a levantarse, pero la detuve. Se levantó y procedió a desvestirse. Me eché hacia atrás en la cama y disfruté de lo que mis ojos presenciaron. Pausadamente, agarró la tela desde abajo y tiró de ella hacia arriba. Casi se me cayó la mandíbula al suelo al descubrir las hermosas piernas que sabía de sobra que Lisa poseía. Eran tan blancas como la nieve y largas, muy largas. Más arriba, descubrí una lencería del mismo color que su vestido negro. Me mordisqueé el labio inferior fantaseando obscenidades.

    Al caerle vestido al suelo, tras haber sido arrojado por Lisa, me fijé en lo esbelto que era su cuerpo. Definitivamente había trabajado por él y había ido al gimnasio. No tenía músculos en todas sus extremidades, pero sus piernas estaban bien formadas y sus abdominales estaban marcados. Me deleité la vista con su prominente busto. Era bastante reducido, pero para mí era tan sensual como el sujetador de encaje negro que lo cubría.

    —¿Te gusta? —inquirió con una sonrisa ladina. En sus ojos leía la lujuria en todo su esplendor.

    «Así que estoy a punto de ver a la bomba Manoban en acción en la cama... ¡Cómo ansiaba este momento!»

    —S-sí... —titubeé—. Más que eso.

    Se acercó al borde de la cama y atrapó mis tobillos con fuerza y dio un tironazo para acercarme a ella. Ese repentino gesto me dejó sin aire. Estaba más excitada que nunca.

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