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Arya

Me quedé dormida con una sonrisa clavada en mi boba cara. Sentí mariposas revolotear por mi estómago al pensar en lo caballeroso que fue John. Me acompañó hasta casa y acordamos que al día siguiente desayunaríamos juntos. El resto de los días se transformaron en un sueño gracias a él.

    Ya no iba conduciendo en mi coche hasta M.T, sino que él venía a recogerme y después siempre me llevaba de regreso a casa. Y hablando de mi casa, él me ayudó con todo el equipaje que llegó desde Estados Unidos y también me ayudó a amueblarlo. Lo admito, me estaba empezando a gustar John...

    Pasó a buscarme como todos los días y nos dirigimos hacia M.T. En el trayecto charlábamos sobre cualquier bobada y sobre los futuros proyectos. Como CEO que yo era, tenía una gran responsabilidad que cargar sobre mis hombros, y John para animarme siempre me adulaba expresando lo bien que realizaba mi trabajo.

    Mi cumpleaños acechaba a la vuelta de la esquina. No se lo había dicho a nadie, ni tampoco esperaba que alguien se diera cuenta, pero ¡qué sorpresa la mía cuando esa mañana John me trajo un ramo de rosas!  Estaba perdidamente emocionada por tantos detalles y no sabía cómo corresponderlos.

    —Después del trabajo iremos a cenar a mi casa —me propuso—, ¿te parece?

    —¡Claro!

    Hablando de John, él era un hombre muy atractivo. Ojos verdes, rubio... Alto y fornido, aunque no demasiado. En definitiva, él era el tipo de hombre que atraía como un imán al metal a todas las mujeres y hombres de la empresa. Yo no era la excepción. No se me había escapado su increíble atractivo. Tenía rasgos característicos de Europa y de Asia; sus ojos rasgados pero al igual del color de la hierba... Era encantador.

    Llegamos a M.T y yo caminé en dirección a mi despacho. John me acompañó y, con toda la pasión que pudo tener en ese momento, me besó antes de dejarme.

    Abrí la puerta y me dispuse a entrar, pero él me detuvo tomándome por el brazo, de forma un poco brusca, aunque sin llegar a lastimarme. Entonces me acercó a él de un tirón y unió nuestros labios. Su agarre y beso me recordó al momento que compartí con Lisa unas semanas atrás. Ella también me agarró firmemente, pero fue suave y gentil. Sus labios con los míos se complementaron y se fundieron. Por el contrario, la barba de John me rascaba, y sus labios finos se movían demasiado rápido repartiendo picos por mi boca. Estaba tratando de ser cariñoso, lo sé, pero no me agradó mucho.

    Nos separamos y nos despedimos. A pesar de lo anterior, me sentí encantada por sus besos.

    Organicé todo el día para terminar cuanto antes y reunirme con John. Tenía tantas ganas que no me di cuenta de cuando Lawan entró en el despacho con una sonrisa pegada a los labios.

    —Perdona mi intromisión —dijo divertida—, pero ¿te besaste con John?

    —Sí —afirmé ilusionada—. Fue perfecto.

    Mentí un poco en eso último, pero estaba segura de que me tenía que acostumbrar a eso, antes de que me gustara.

    Lawan se acercó a mí y comenzó a dar saltitos junto a mí mientras dábamos pequeños grititos. Me sentía como una adolescente. Por fin estaba saliéndome algo bien desde que llegué a Bangkok.

    El resto del día lo dediqué a concentrarme en lo que debía hacer. Y cuando llegó el final del día, algo se torció. Lawan se encontraba ocupada con un asunto y no le podía hacer llegar unos documentos a Lisa, así que me tocó a mí hacerlo. Llevaba mucho tiempo sin verla.

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