Lalisa
Me costó dormir por la noche. No me pude sacar de la cabeza todo de aquella chica. Cuando tuvo ese ataque sentí un tremendo impulso de cuidarla. Cuando lentamente abrió sus párpados, me quise perder en ellos. Tenía unos deslumbrantes ojos grises con franjas amarronadas. Me invitaban a estudiarlos sin remilgos, como si existiera algún tipo de lazo que los uniera a los míos. Sabía de sobra lo que eso significaba, y no quería volver a repetirlo. Ese sentimiento de cosquilleo que comenzaba desde mi abdomen y se expandía por todo mi cuerpo. Lo conocía demasiado bien, y no estaba dispuesta a regresar emociones y recuerdos pasados. Siempre era la misma historia. No pretendía caer de nuevo en esa trampa. Me comportaría profesionalmente y no dejaría que la magia que chisporroteaba y brotaba de ella me afectara. Ya tenía la edad suficiente como para dejar de pensar en esas cosas. No era una adolescente.
A la mañana siguiente, arreglé todos los asuntos pendientes y recogí la copia del contrato. Esperaba que por fin pudiéramos firmarlo las dos una vez allí, en el restaurante.
Se me hacía extraño ir al Felipe para verme con alguien. No era la primera vez que lo hacía. Normalmente era para hablar sobre negocios, pero también hubo veces en las que fueron para otro tipo de cosas. En el fondo quería volver a ver a Rose, pero luego recordaba lo irritante que era y se me pasaba un poco. Igualmente, me era difícil ocultar que quería volver a ver su cabellera ondearse. Deseaba ver sus pestañas adornar sus hermosos ojos, esa vez sin lágrimas que los enrojecieran. Oh, pero ¿qué me pasaba? Me dije a mí misma que no pensaría en esas cosas y era justo lo que estaba haciendo.
Hubo un tiempo en el que yo fui abierta a conocer a chicas para disfrutar de mi aún indeleble juventud. Desde muy niña decidí que no me gustaban los niños de mi edad, y con el paso de los años eso perduró hasta el día de hoy. Solo me sentía atraída por el género femenino.
Eran casi tres los años que habían transcurrido desde que conocí en la universidad a una fémina llamada Molly Kim. Ella era de ese tipo de personas a las que podías observar y tener claro que algún día triunfarían como tanto afirmaban. Desde nuestro primer encuentro tuve claro que destacaba de entre todas las mujeres que acudían a mi misma facultad. Era emprendedora e idealista. Estudiaba política y planeaba reformar el mundo, iniciando por el país. Si en un primer momento su arrolladora apariencia ya me resultó descollante, el lector se podrá hacer una idea de cómo todo lo que había en su mente me marcó. Y ¿cómo terminó este tema en cuestión con Molly? ¿Por qué ya no tenía pareja ni me interesaba tenerla? Por el momento, solamente mencionaré la tan reiterativa frase de que «no todo es como parece». Quizás sea propicio indagar en este asunto en un futuro. Sin embargo, ahora debemos regresar al tema con el que inició este capítulo. Sobre cómo volví a ver a Arya Rose.
A pesar de todo lo relatado anteriormente, me sentía ciertamente turbada por la segunda reunión que tenía con ella para establecer de una maldita vez los designios que aún restaban. Quería poder finalizar con todo eso de una buena vez para seguir con mi trabajo y acostumbrarme a las nuevas condiciones, si es que acaso podía llegar a un acuerdo con Rose. Esa muchacha parecía impenetrable, o eso hacía ver hasta que la elevabas unos cuantos metros por encima del suelo. Me encorajinaba su actitud. Era tan tórrida discutiendo, que solamente sentía ganas de empujarla contra la pared y cerrarle la boca para eludir un posible dolor de cabeza. Todo en ella era terriblemente irritante.
«Y terriblemente sexy...» pensé mordiéndome los labios involuntariamente. Traté de alejar ese pensamiento tan rápido como vino al percatarme de la insensatez que había pronunciado mi voz interior. «¡Pero qué te pasa, Lisa!», me dije mientras esparcía una sombra amarronada por mi párpado. «Arya Rose es el engendro del diablo, ¡y eso no tiene nada de sexy!» me dije para convencerme.
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Infranqueable
FanfictionArya, que se está iniciando en el mundo de los negocios, es forzada por sus padres a fusionarse con una gran compañía; la empresa del gran imperio Manoban. Y allí, en Bangkok, conoce a la presidenta de dicha firma, Lalisa Manoban, tan impávida y tan...