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Lalisa

Llegamos de regreso a Londres a eso de las ocho de la tarde. Dejé a Arya en la habitación que compartía con John, donde este la estaba esperando con su habitual alegría. Yo tenía otros planes. A las diez debía reunirme con Molly.

    No tenía ni la más remota idea de lo que querría decirme. Solo presentía que nada bueno saldría de allí.

    A las diez estuve más que lista y con cinco minutos de antelación me presenté en la puerta número seiscientos siete. Nerviosa, di tres golpes suaves a la puerta.

    Se abrió al cabo de unos pocos segundos. No tuve que esperar mucho para descubrir el rostro de la hermosa Molly Kim adornado por una sonrisa que me auguraba malicia.

    Hasta este punto de la historia, jamás di detalles sobre Molly, o no muchos ni muy precisos. Recuerdo haber mencionado que ella era una mujer muy idealista y con las ideas claras de una personalidad arrollante que pasaba por encima de todo aquel que se le interponía. Era un lobo en la piel del cordero. Poseía una media melena castaña, unos ojos achinados de color almendra y unos labios gruesos y rojizos. Tenía una estatura parecida a la mía y un cuerpo fino pero con curvas pronunciadas. Hasta ahí, el lector o lectora se puede hacer una buena idea, más o menos, de cómo era Molly Kim. Entonces, la cuestión que muchos se habrán hecho es: ¿por qué estaba perdidamente enamorada de ella?

    No fue mi primer amor ni fue mi primera vez en nada, excepto en amar de verdad, o lo que creía que era querer a alguien. Sin embargo, existía algo aún más fuerte. Era algo que me ató a ella.

    Supongo que fue por todas esas veces que lloró en mi hombro cuando discutió con sus padres porque no la aceptaban —por sus preferencias. O quizá por todos esos «te amo» que me dijo sin pudor. Pero por encima de todo eso, lo que me tenía completamente enamorada era el saber que yo sí fui su primera vez para todo.

    Ella nunca antes tuvo ningún tipo de relación como esa, ni siquiera con hombres. Arrebatarle la virginidad, haciendo el amor por primera vez, fue una de las mejores experiencias de mi vida, aunque nada se comparó a la noche que compartí con Arya. Para mi desgracia, yo estaba demasiado ciega y muy aferrada a lo que creía que era «mi» Molly como para salvarnos. Fue muy tarde y no evité el desencadenante del caos. No fui capaz. Lo camufló todo tan bien...

    —Buenas noches, Lis —me saludó. Sus ojos felinos me invitaron a pasar.

    —Hola, Molly.

    Su habitación era lujosa, algo propio de una mujer de su categoría.

    —¿Y tu marido? —inquerí al notar la ausencia de Josh.

    —No se encuentra aquí —contestó indiferente.

    —Ajá.

    Me ofreció asiento y una copa de vino. Tras unos instantes, habló:

    —Supongo que te preguntarás por qué te cité.

    —Supones bien.

    Dibujó una sonrisa pérfida. Se levantó y consigo trajo un sobre.

    —Jojo's Blossom sabe del incidente que tuvo lugar hace unas semanas —dijo.

    —Conociéndote, seguro que sabrás que sois el principal sospechoso, además —le acabé la frase.

    —Me conoces bien —bromeó sin gracia, devolviéndome la frase hecha que dije antes.

    —¿Y bien?

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