Sueños

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Ella apoyó la cabeza en su hombro, pero siguió mirando el espejo. Sabía que no debía apartar la vista. Siempre que dejaba de mirar, la dejaba de tocar... y a ella la volvía loca que la tocara. Y sí, verla en el espejo hacía que resultara mucho más intenso, más ardiente. Los ojos profundos de ella se encontraban con los suyos en el espejo. Ella estaba en sus rodillas, con la espalda contra su pecho y las piernas separadas. Deslizó la mano entre sus muslos y sus dedos separaron las piernas de ella para abrirlas a sus caricias y su placer. Sus dedos resultaban claros contra la piel dorada por el sol y desnuda de ella; se posaron en el portal hambriento de ella... oh, sí... qué bien... no quería que parara... lo deseaba... ya faltaba poco...

El timbre del teléfono que había en la mesilla estropeó el momento y la sacó de su sueño. Vanesa levantó el auricular con el cuerpo tenso y los muslos húmedos.

-¿Diga?

-¿Estabas durmiendo? -preguntó Risto. Su voz, normalmente alegre, sonaba un poco forzada. Claro que también podía ser que ella estuviera transfiriéndole la tensión producida por estar al borde del orgasmo en su sueño. O podía ser porque Risto se mostrara crítico con ella, cosa que sucedía cada vez con más frecuencia. Era casi como estar con sus padres.

-Hum -ella trabajaba de planificadora de eventos para un grupo de abogados y no tenía un horario de oficina al uso-. Anoche fue la fiesta para ese cliente alemán, ¿recuerdas? Luego los abogados han disfrutado de un encantador desayuno de trabajo a las seis y media de la mañana. Imagínate como me apetecía salir de la cama a las cuatro y media de un sábado, dormir la siesta no es pecado.

La excitación sexual y la culpabilidad ponían una nota ronca en su voz.

-¿Tú trabajaste mucho anoche? - Risto invertía muchas horas en su galería de arte, que cada vez era más conocida.

-Bastante -la voz de él sonaba extrañamente tensa.

Puede que fuera su imaginación. Estaba tan rígida que quería llorar. Debería reírse y confesarle a su futuro esposo que acababa de tener un sueño erótico y que necesitaba terminar y pedirle que la ayudara.

En otro tiempo, Risto no habría tenido ningún problema en ponerse a excitarla por teléfono y llevarla al orgasmo con sus palabras, pero ahora ella ya no estaba tan segura. Últimamente él no tenía nada de tranquilo y relajado. ¿Y qué pasaría si en el calor del momento le revelaba que no era él la persona que le abría los muslos en sus sueños? ¿Y si el hombre con el que había prometido casarse no podía continuar el sueño y llevarla al lugar mágico del final?

-Pensaba pasar por tu casa cuando cierre la galería esta noche -dijo él.

-Me parece bien, siempre que traigas la cena y nos quedemos aquí -ella no pensaba ponerse a cocinar con tan poco aviso.

-De acuerdo. Quiero hablar contigo.

Vane se incorporó un poco en la cama. Risto y ella hablaban a menudo, pero cuando alguien anunciaba que quería hacerlo...

-¿De qué?

-Es muy complicado para tratarlo por teléfono.

-Eso que acabas de hacer es terrible. No puedes empezar algo y dejarme a medias.

-Perdona, pero tendrá que esperar hasta esta noche -no era su imaginación; definitivamente, él sonaba tenso.

-De acuerdo...

Sexo. Seguro que era de sexo. Aunque, por otra parte, en ese momento ella no podía pensar en otra cosa.

-¿Te apetece comida tailandesa?

-Bien. Ya sabes lo que me gusta -musitó ella con segundas intenciones y la esperanza de que él iniciara un episodio de sexo telefónico sin tener que pedírselo.

SucederáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora