Si no estuviera tan cansada, intentaría seducirte.

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-¿Cuántas probabilidades hay de encontrar aparcamiento en una calle de Madrid? -preguntó Vanesa cuando Mónica metió el viejo Jaguar de su padre en un hueco a muy poca distancia de la casa de ella.

-Debe de ser por todos esos pobres diablos que se quedaron atrapados en el trabajo -sonrió ella.

Jesús Carrillo les había ofrecido su coche, ya que él no pensaba moverse del hospital y Mónica volvería ese día. Vanesa había aceptado encantada volver a casa con aire acondicionado en lugar de corriendo.

-Papá ha dicho que hay una linterna en el maletero. Dame un minuto -Mónica abrió su puerta y salió.

Poco después aparecía en la puerta de ella con la linterna en la mano.

-Por lo menos no tenemos que subir las escaleras a oscuras -dijo.

-Le estaré eternamente agradecida a tu padre -repuso Vanesa.

La calle estaba desierta y en silencio. Mónica y ella parecían ser las dos únicas personas despiertas en la ciudad. Una vez en la puerta, Mónica le tomó la mano y entraron juntas.

-No sé si mi padre me hubiera ofrecido el coche si hubiera estado yo sola -dijo ella cuando empezaban a subir las escaleras-. Seguro que tú nunca has conocido a nadie al que no le caigas bien.

Vanesa sabía que hablaba para distraerla de la oscuridad. A pesar de la linterna, la negrura apelaba a sus peores miedos. Se centró en la conversación e intentó no pensar que podía tragarla la oscuridad.

-Eso no es cierto. Con la mayoría de la gente me llevo bien, sí, pero eso es porque me gusta la gente. Creo que por eso me molestaba tanto haberte caído mal desde el primer momento.

-Nunca me caíste mal.

La joven hizo una mueca, pero no discutió su afirmación.

-Y a la señora Suarez no le gusto.

-¿A quién?

-A la vecina de al lado. Pero no le gusta nadie. Yo creo que está loca, que es una paranoica. Está convencida de que la gente la espía.

Mónica hizo-un ruido con la garganta.

-¿Vive a tu derecha mirando el edificio de frente?

-Sí.

Ella le contó su experiencia en el saliente y Vanesa se echó a reír.

-¡Oh, Dios mío! Eso habría dado un susto de muerte a cualquiera, pero en especial a esa mujer -volvió a reírse.

-Pobre mujer. Seguro que yo era su peor pesadilla hecha realidad.

-Yo te he visto desnuda y no eres una pesadilla, pero luego iré a explicárselo para que no se muera de miedo.

-Buena idea - ella tiró de su mano-. Ya hemos llegado.

Caminaron en silencio por el pasillo. Vanesa abrió la puerta de su apartamento. Dentro hacía tanto calor como cuando se habían marchado.

Mónica encendió una vela y apagó la linterna.

-No quiero que se acabe la pila.

La perra las recibió con un ladrido. Vanesa la levantó sorprendida.

-Hola. ¿Nos has echado de menos? -miró a Mónica-. Es la primera vez que sale a recibirme.

La perra le golpeó la barbilla con una pata. Vanesa se echó a reír y la dejó en el suelo.

-Ya es suficiente, ¿eh?

-Es el cambio de nombre -comentó Mónica.

-Puede, o puede que sea mi fe en que cambiaría algún día. Nuestras percepciones se convierten en nuestra realidad.

SucederáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora