Mónica la perra...

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-¿Quieres que haga qué? De eso nada. No pienso hacerlo -Vanesa se colocó de espaldas y resopló con fuerza. Ella se sentía satisfecha después de un revolcón fabuloso y Mónica tenía que estropearlo todo.

Mónica saltó de la cama y se dirigió hacia la puerta.

-¿Adónde vas? -preguntó ella.

-Por la cámara.

-¿Necesitas la cámara para hablar de esto?

-No, la necesito para captar el aspecto que tienes ahora. Recuerda que tengo que captar a la auténtica Vanesa.

Volvió poco después con la cámara colgada. Ella le lanzó una mirada altiva.

Ella estaba enfadada y giró la cabeza.

-No estoy enfadada.

-¿No? ¿Y tú cómo lo llamarías?

-Ofendida. No tenías derecho a prometerle a mi perra que le cambiaría el nombre. Me encanta el que tiene. Si tú quieres bautizar a un animal, cómprate uno.

Le importaba un bledo si sonaba grosera. Toda su vida le habían dicho lo que tenía que hacer, cuándo y cómo tenía que hacerlo. Al fin vivía sola y no estaba dispuesta a que nadie, por mucho placer que le diera en la cama, le cambiara el nombre a su perra. Susy era suya y Mónica podía irse al diablo.

-Estaba desesperada. No se me ha ocurrido otra cosa. Y le he dado mi palabra.

-Pues deberías haberme consultado antes.

-¿Qué? ¿Querías que iniciara negociaciones contigo desde el alféizar de la ventana, donde por cierto estaba desnuda?

-No hay ninguna necesidad de ser sarcásticas.

-No hay ninguna necesidad de ser irracionales, Vanesa.

Dejaría pasar aquel comentario porque la otra opción era matarla. ¡Y pensar que había empezado a gustarle mucho! ¡Agh! La ponía furiosa.

-¿Te he pedido yo que salieras? No. De hecho, te he pedido que no lo hicieras.

-¿De verdad pensabas que te iba a dejar salir a ti?

Vanesa no podía recordar haber estado nunca tan furiosa.

-¡Vaya, salió la mujer maravilla! ¿Crees que eres más valiente que yo sólo haber salido?

-¿Valiente? -ella echó atrás la cabeza y soltó una carcajada, pero no parecía muy divertida-. El valor no ha tenido nada que ver con eso. Tenía tanto miedo que no podía ver con claridad.

-¿Y la irracional soy yo? ¡Ja! Si tanto miedo tenías, ¿por qué no me has dejado salir a mí?

-Porque no podía... me parecía que era lo que tenía que hacer.

Salió del dormitorio. Típico largarse en mitad de una conversación que no iba como ella quería.

Vanesa se puso las bragas y el top y salió tras ella.

-Me convence tu explicación -dijo con ironía-. Me convence mucho.

-¿No puedes dejar el tema? -Mónica se sentó en el sofá.

-No, no puedo. ¿Qué quieres que haga si me gusta tener algo de lógica en mi vida?

-¿Lógica? Tú no eres precisamente la mujer más lógica que he conocido.

-Eso tiene gracia, viniendo de una mujer que sale desnuda al saliente de un séptimo piso y le promete a mi perra cambiarle el nombre sin mi permiso porque le parece que es lo que tiene que hacer.

SucederáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora