Esto cada vez me gusta más.

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El móvil de Vanesa empezó a sonar. Por un momento pensó que podía ser Mónica que se había dado cuenta de que la noche anterior había sido especial. Pero no. Era el número de Risto.

-Hola.

-¿Mónica sigue ahí?

-No. Llámala a su móvil.

-No quiero hablar con ella, sólo quiero saber si sigue allí. Tengo que pasar -dijo él.

Vanesa no tenía tiempo para sus dramas.

-Me parece que no. No es un buen momento. No estoy de humor.

-Tengo algo que quiero enseñarte -insistió él.

Vanesa se sentía demasiado apática y desgraciada para discutir.

-Como quieras. Pásate.

-¿Puedo llevar a Pablo?

Por lo menos le pedía permiso.

-¿No vas a ninguna parte sin él?

Risto se echó a reír.

-No seas mala.

-Está bien. Haz lo que quieras.

Mientras esperaba, se dedicó a arreglar el apartamento y arreglarse ella. Que la hubieran rechazado no implicaba que tuviera que abandonarse. Risto y Pablo llegaron con cafés con hielo, panecillos, queso de untar y jamón cocido. La cafeína estaba bien. Y la comida mejor aún.

Vanesa tomó la comida y la dejó en el arcón entre el sofá y el sillón.

-Ha sido idea de Pablo -le dijo Risto.

Vanesa no estaba todavía segura de que le cayera bien, pero optó por mostrarse educada.

-Gracias.

-Hay un bollo de canela y pasas -comentó Pablo.

-Mi favorito. Gracias de nuevo -ella sacó el bollo y lo untó de queso.

-¿No quieres saber qué es lo que queremos enseñarte? -preguntó Risto, que se sirvió un panecillo.

-Espero que sea interesante, porque no estoy de humor.

-A ver si lo adivino -Risto puso jamón cocido en su panecillo-. Le has dicho a Mónica lo que sientes y ella te lo ha racionalizado todo y se ha ido.

-¿Cómo lo sabes? ¿Has hablado con ella? - preguntó Vane.

Hubiera preferido aquella conversación sin Pablo, pero tampoco le importaba tanto. Y él estaba callado.

-No me hace falta hablar con ella. Somos amigos desde hace mucho -la apuntó con un cuchillo de embarrado de queso- te dije que tendrías que luchar por ella.

Vanesa se sentía vacía por dentro.

-No puedo obligarla a que me quiera.

-Si te quisiera, ¿lucharías por ella?

Vanesa hizo una mueca. Sabía que Risto era egoísta, pero no cruel.

-Si pensara que me quiere, tú sabes que lucharía.

Risto sonrió como el gato que acaba de comerse al canario.

-Esta mañana he descubierto que Mónica tiene un gran secreto conmigo...

-¿Sí?

-Sabía que estaba enamorada de alguien, pero no sabía de quién. Y esta mañana he sabido quién es la misteriosa mujer.

A ella le dio un vuelco el corazón. Una cosa era saber que Mónica amaba a otra mujer y otra...

-Creía que no habías hablado con ella.

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