Un año más tarde...
-¿Nerviosa? -preguntó Mónica.
Vanesa miró desde su posición en el despacho de Risto a los invitados que se movían por la galería de arte. Todo estaba en su sitio. La música. La comida. Los invitados.
-Un poco. Nunca había planeado una boda, ni siquiera una informal. ¿Por qué? ¿Tú estás nerviosa?
Ella introdujo un dedo en el borde del cuello de su vestido blanco.
-No me gusta llevar vestido ni tener que estar de pie delante de una multitud, pero, aparte de eso, estoy bien.
Vanesa la miró de los pies a la cabeza.
-Estás muy bien. Creo que te voy a poner vestido más a menudo.
Mónica hizo una mueca.
-Prefiero que te dediques a quitármelo.
-Eso lo haremos más tarde. ¿Crees que vendrán tus padres?
Ella se encogió de hombros con una indiferencia calculada.
-Supongo que sí.
Todavía se ponía tensa cuando hablaban de Jesús o María, pero los tres habían hecho algún progreso en el último año.
-Creo que se arrepienten mucho de haberte dado esa infancia. Y por lo menos ahora lo intentan.
-Yo también. ¿Crees de verdad que la gente puede cambiar?
-Claro que sí. Lo único que nos limita es el miedo y las fronteras que nos pongamos nosotros.
-Nuestra relación me ha ayudado a entender mejor eso - ella se pasó una mano por la frente-. Creo que la relación de mis padres es parecida a la nuestra. Después de treinta años, él todavía está loco por ella.
Por fin, después de un año, empezaba a creer en serio que ella la amaba. Que no se iba a despertar un día y decidir que se había dado cuenta de que ella no era como esperaba.
Un par de meses atrás la había acompañado a Málaga a conocer a su familia y había sido un fin de semana interesante. Risto los había conquistado con su carácter extrovertido, pero Mónica les había gustado más. Su padre la había descrito como una mujer profunda. Sus hermanos la consideraba rara, pero esa lo común
Y Vanesa supo de cierto que Mónica empezaba a sentirse cómoda con su relación cuando le pidió que la acompañara en otoño a Inglaterra a conocer a sus abuelos. Si todo seguía así, tal vez dentro de una década su amor se sintiera lo bastante seguro como para hacer la locura de comprometerse.
-Hablando de relaciones... ¿Dónde está la feliz pareja? -preguntó ella.
Mónica sonrió.
-Pablo estaba nervioso y Risto ha decidido que debían pasar unos minutos a solas antes de la ceremonia -se tiró del vestido-. Una ceremonia de compromiso gay que tiene lugar en una galería de arte no es muy convencional. ¿No crees que podían haber elegido algo más vanguardista que un vestido?
-Pablo quería el vestido y Risto quería complacerlo. Creo que Pablo le ha venido muy bien.
-Desde luego. Es mucho más considerado que antes.
-Y me parece romántico que hayan elegido el aniversario del apagón.
-Muy sentimental.
Ella le dio un golpecito en el hombro.
-No seas idiota -sabía mejor que nadie lo romántica y sentimental que era ella en realidad. Mónica le sonrió.
-Perdona. Nosotras también llevamos justo un año juntas y todavía hay algo pendiente entre nosotras.
-¿Pendiente? -Vanesa no sabía a qué se refería.
-Sí. Yo te di las fotos, pero tú todavía no has planeado mi fiesta. Y ahora necesito que prepares un evento.
-¿Qué clase de evento? –Mónica no era mujer de fiestas.
-Algo parecido a esto, pero quizá un poco más lujoso. En una iglesia y con una fiesta después y mucho baile.
¿Estaba diciendo lo que ella creía? A Vanesa le dio un vuelco el corazón.
-¿Quieres una boda?
-Sí.
-¿Estás segura? Es mucho trabajo y, si crees que puedes cambiar de idea luego...
-Nunca he estado más segura de nada.
-Y supongo que habrás pensado en alguien.
-Bueno, hay una criatura encantadora que me tiene loca de amor.
-¿Y se lo has pedido ya?
-Estoy en ello - ella le tomó una mano y se dejó caer sobre una rodilla-. Vanesa, ¿quieres casarte conmigo?
Ella siempre había creído que eso de arrodillarse para declararse era un poco cursi, pero no lo era. Era tierno, dulce y, si acababa llorando y arruinaba el maquillaje, la mataría.
-Me encantaría, Mónica.
Ella sacó una cajita de terciopelo del bolsillo del vestido.
-Será un honor que quieras llevar mi anillo.
Abrió la cajita y sacó un anillo exquisito con un diamante grande en forma de pera.
-¿Te gusta? -preguntó.
-Me encanta -ella se lo puso en el dedo-. Es precioso -tal vez era una materialista, pero siempre había querido un anillo grande y su mujer acababa de dárselo-. Es una roca.
-¿Es tan grande como el de tu cuñada?
Vanesa sonrió.
-Sí. Éste la deslumbrará.
-¿Y es más grande que el de Risto?
Vanesa supuso que seguían hablando del anillo.
-Es más grande que el de Risto. Ha debido de costarte una fortuna.
Mónica la abrazó y la besó con ternura en la sien.
-Tú lo vales, amor. Y además, lo he pagado con las fotos tuyas en el baño que he vendido en Internet.
Ella sonrió y le echó los brazos al cuello. Se oyó el clic inconfundible de una cámara y las dos levantaron la vista justo en el momento en que Pablo hacía otra foto.
-Ahora que he fotografiado el final feliz, ¿creen que podemos seguir adelante con esta boda? -preguntó con una sonrisa nerviosa.
Vanesa se echó a reír y no lo corrigió. Aquello no era un final feliz... aquello era sólo el comienzo.
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Sucederá
FanfictionUna adaptación de la historia "Una noche tentadora" adaptada a nuestras queridas Vanica.