2. Periodistas

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La gente se arremolinaba alrededor de aquel viejo edificio, expectante al temido desenlace entre el héroe número uno y el jefe de la liga de los villanos.

Después de tantos años de angustia, por fin había llegado el momento donde Deku tenía que enfrentarse a Shigaraki Tomura.
Sin embargo, Deku se sentía egoísta por desear en sus momentos de soledad, que nunca llegara el momento dónde tenía que quitarse la venda de los ojos y afrontar la realidad: Shigaraki era un villano y él era un héroe. Su destino era inevitable.

Deku lloraba de la frustración sin saber qué hacer, se sentía miserable, las palabras se quedaban atoradas en su garganta y lo único que lograba pronunciar eran susurros llenos de desconcierto.

Quería desaparecer en ese mismo instante, pero aunque lo intentara, no podría, en sus manos yacía el legado de All Might. Aunque al contemplarlo, la repulsión lo gobernaba. Él no era digno. Por más que intentará sonreír con la misma sinceridad de su que su querido maestro, el brillo no llegaba a sus ojos. Porque en ellos, no habitaba el brillo de la paz. Era un vil impostor y se sorprendía que las cámaras de aquellos reporteros no lo notaran y expusieran ante al mundo su bajeza.

—Maldición... no puedo creer que este a punto de decir esto —dijo Tomura escupiendo sangre de la boca. Esbozó una sonrisa que solo solía dedicarle a Izuku y después rió un poco para sus adentros. Entonces dirigió su mirada al cuerpo herido de Deku y continuó en un susurro tan bajo para el resto, pero perfectamente audible para el pecoso—. Eres un héroe, Izuku. Aún si no tuvieras esa estúpida licencia, seguirías siéndolo. Eres más héroe que todos los profesionales juntos. Dios, quiero decir... No... Me atrevo a decir que el título te queda corto, eres más que eso; eres lo único que está bien en este mundo.

Se dejó caer de rodillas con brusquedad escupiendo más de ese espantoso líquido rojo, ahogándose con su propia respiración al intentar componerse. Después de todo, Shigaraki conocía todos los miedos e inseguridades de Midoriya e incluso hasta el final, trataría de reconfortarlo.

Midoriya tembló desde su lugar y se dedicó a observar el delgado cuerpo del hombre que tenía en frente. Lo notó más demacrado que antes, más cansado, más muerto. Era deplorable y lo único que quería hacer, era echarse a llorar hasta que todos sus miedos desaparecieran.

Después de unos segundos de silencio, terminaron de sumergirse en una burbuja dónde solo existían sus cuerpos, acompañados del sonido de sus respiraciones y el acelerado palpitar de sus corazones. El bullicio del exterior pareció desaparecer de repente y fue entonces cuando se atrevieron a derramar un par de lágrimas cuando, al verse con la misma intensidad del pasado, un sollozó de sus labios escapó.

—No lo entiendo... —susurró Izuku entre gimoteos—. No quiero que termine así.

Se acercó despacio a Shigaraki y se agachó hasta quedar a la misma altura. Lo tomó con fuerza de los hombros y lo sacudió con desesperación.

—No puedo terminar con esto... No así.

Tomura tomó las muñecas de Midoriya con suma delicadeza, cuidando de no tocarlo con los cinco dedos para no desintegrar su piel.

—¿Prefieres salvar la vida de aquellos? —apuntó hacía una ventana donde se alcanzaba a distinguir a las decenas de periodistas que redactaría cada hecho de lo fuera a suceder a continuación—. ¿O salvar mi propia vida?

Deku se removió de su agarre tratando de mantener la compostura, pero era una tarea imposible para él en ese momento. Se encontraba desesperado y aturdido por las palabras de Shigaraki. Deseaba decirle que su vida era la única que quería salvar para mantenerlo a su lado por toda la eternidad. Izuku quería compartir su vida con él. Quería... Quería no tener que escoger.

Se permitió por unos segundos tranquilizarse, e imaginó como sería haberlo conocido en otras circunstancias, dónde no tuvieran que ser enemigos y poder andar por las calles tomando la mano del otro sin miedo al mundo. Se obligó a dibujar una débil sonrisa en su rostro y volvió a tomar las manos de Tomura.

—Yo no voy a cambiar —musitó Tomura soltándose del agarre de Deku con suavidad.

El destino estaba escrito desde antes y ellos simplemente tenían que tomar una decisión, no había otras opciones mas las que tenían en frente.

Todo quedaría grabado en las fotografías que serían tomadas y en los miles de reportajes de los periodistas que contarían en cientas de versiones, pero ninguno atinaría a la verdad.

En la siguiente será, pensó Deku cerrando los ojos con fuerza, espérame Tenko.

Tal vez en otra vida podrían estar juntos, dónde sus corazones nunca más tendrían que anhelar un nosotros porque no habría siquiera necesidad; ellos estarían juntos amándose como el primer día. Tal vez... solo quedaba ese solitario tal vez como consuelo.

No había nada más que decir, la despedida estaba ahí, sin un beso, un abrazo o unas palabras de afecto; era una despedida a medias.

Con el corazón a punto de estallar, Midoriya tragó en seco, Shigaraki sonrió por última vez y sucedió.

Te amo.

Ninguno supo quién fue el que soltó el grito más lastimero hasta el extremo de desgarrar sus cuerdas vocales y querer morirse del dolor que su pecho albergó. Quizá fue Izuku, quizá fue Tenko; quizá fueron ambos. ¿Qué más daba?

A aquel joven estudiante de periodismo no le importaba si Izuku Midoriya no salvó a Tomura Shigaraki, porque lo único que cabía en sus notas era el nacimiento del nuevo símbolo de la paz.

Pecas y cicatrices | shigadeku • fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora