12. Insulto

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Hace días que notó a Izuku más deprimido de lo usual, le preguntó muchas veces que le sucedía pero él respondía que no pasaba nada y fingía un sonrisa.

Estaba de más decir que estaba preocupado, quería convencerse a sí mismo de que todo estaba bien, pero simplemente no podía. Era tanta la preocupación que esa tarde caminó hasta la secundaria de Izuku dispuesto a esperarlo y averiguar la razón de su cambio de actitud.

Escuchó el timbre de la escuela sonar, quería decir que los alumnos estaban por salir. Después de unos minutos, abandonaban la secundaria con cansancio, algunos animados para dirigirse a su casa a descansar. Pero entre todos ellos no vio a Izuku, pasaron otros cinco minutos y no lo encontraba. Se extrañó, él era uno de los primeros en salir.

Sin que el resto de los estudiantes se diera cuenta, se adentró a la escuela para buscar a Izuku.

Caminó con rapidez por el patio, llegando hasta uno de los edificios, al extremo de este distinguió un pequeño estanque y alcanzó a ver que un cabello verde se asomaba.

Corrió hasta llegar ahí y se alivió al ver a Midoriya, pero toda su tranquilidad se esfumó al verlo tan vulnerable. Estaba hecho bolita en el piso mientras lloraba en silencio.

—¿Qué sucede, Midoriya? —preguntó en voz baja, acercándose para abrazar su pequeño cuerpo.

—Los mismos insultos de siempre —respondió entre sollozos—. No pasa nada, Shigaraki-kun.

Shigaraki cerró los ojos con fuerza tratando de calmar la furia que crecía en su interior. ¿Qué quería decir con los mismos insultos de siempre?

—¿Quién fue, Midoriya?

—No te preocupes... E-estoy acostumbrado. No pasa nada, en serio. V-vámonos, ¿sí? —dijo entre titubeos.

Pero Shigaraki parecía no escuchar, todo en él ardía del enojo y quería saber quién o quienes eran los responsables de dejar en ese lamentable estado a su único amigo. Así que por eso ha estado tan triste, pensó con coraje.

—Perdóname por no protegerte, Izuku —dijo al cabo de un rato abrazados en el piso. Sintió su corazón encogerse al escuchar que el llanto resurgía en su chico—. ¡Perdóname, perdóname...!

Todas las veces anteriores soportó cada maltrato e insulto de Kacchan, pero esta vez algo había calado más a fondo en su interior.

Le dijo que intentara saltar del edificio con la esperanza de morir y renacer teniendo un quirk.

¿Cómo se atrevía a sugerirle que se suicidara?

Kacchan lo había hecho sentir tan miserable, probablemente debía hacerle caso. Una vez más, pisoteó todos sus sueños e ilusiones frente a sus ojos y como siempre no había hecho nada para impedirlo. Se dejó hacer, como todos los días.

Pero igual, se guardaría su dolor en lo más profundo de su corazón y seguiría andando como solo él sabía hacerlo.

—No es tu culpa, Shigaraki-kun —sollozó. Se sintió lleno de culpa al recordar la voz dentro de sí que le decía que saltara de ese edificio para acabar con su deprimente vida—. Gracias por preocuparte por mí.

Shigaraki no respondió y abrazó con más fuerza a Izuku, agradeciendo en un susurro tenerlo junto a él.

No se lo dijo, pero se prometió a sí mismo acabar con todo aquel que nuevamente se atreviera a lastimar a su adorado Izuku. Eso no se quedaría así, por supuesto que no.


Pecas y cicatrices | shigadeku • fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora