17. Trueno

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Cuando llovía se sentían más libres.

La lluvia amortiguaba el sonido de su corazón rompiéndose con lentitud.
Podían gritar sin temor a ser juzgados.
Andaban sin necesidad de rebuscar en su interior una excusa creíble.

Cuando llovía no había puntos grises ni grietas a medio reparar.

Solo estaban ellos.
Ellos y ese lecho de pétalos.

Ambos sabían perfectamente lo que sucedía y las consecuencias que traería amarse de esa forma y conocían también la desgracia de decirlo en voz alta, porque en caso de atreverse, nada podría separarlos. Y eso estaría bien en otras circunstancias, pero ahora no podrían estar juntos. El mundo entero trataría de romper sus lazos y ellos no eran tan valientes para enfrentarse a eso.

Es por eso que, aún cuando sus corazones amenazaban con escapar y desgarrar sus gargantas para confesar la inminente verdad, hacían todo para alejarse. Sabiendo de antemano que eso solo los enfermaría más.

En cada pequeño y frágil roce, las flores arrancadas sin piedad, surgían de su interior y eran obligados a retroceder con lágrimas en los ojos.

Y ahí estaba de nuevo el rayo que iluminaba sus rostros en medio de la oscura habitación y después, sin prisa alguna, venía el estruendoso y temido trueno que les recordaba la realidad.






Pecas y cicatrices | shigadeku • fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora