21. Sangre

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La cosa que más amaba la dulce Himiko Toga era hacer enfadar a su querido líder, Shigaraki Tomura.

Y todo comenzó desde el día que conoció al aspirante a héroe, porque ella quedó totalmente fascinada por él y no pudo evitar caer perdidamente enamorada. Y justificándose en sus retorcidos sentimientos, aprovechó para hacerse de las suyas en más de una ocasión y para ello solo necesitaba un pequeño detalle: sangre.

La primera vez fue bastante fácil.

Ese día llegó al bar con una sonrisa que le causó escalofríos a más de uno y después de encerrarse en su cuarto por un buen rato, salió de el con la forma de Izuku y al instante la liga quedó estática porque creyeron que se había infiltrado y sería toda una pena.

Cuando les explicó de que se trataba siguieron en lo suyo, pero en el momento que entró Shigaraki sin saber lo que ocurría se acercó hasta ella, la tomó del rostro a punto de desintegrarla y ella aterrada se sorprendió al darse cuenta de que el toque de Tomura no se sintió brusco y de alguna extraña forma fue cálido, se estremeció del miedo.

A los cuantos segundos, se desvaneció la forma de Midoriya y al darse cuenta de lo sucedido, la empujó enseguida con rabia, con toda la intención de desintegrarla está vez en serio.
Pero ella juró por todo lo existente que había un pequeño sonrojo en las mejillas de su líder y no podía estar más asustada por la situación.

Posterior a esa noche, la duda la carcomía por al dormir y sentía la necesidad de hacer algo al respecto. Probablemente se llevaría el castigo de su vida, pero tal vez valdría la pena si podría saber la verdad. Porque desde lo sucedido, él actuaba raro y por más increíble que parezca, no la miraba directo a los ojos y hacia un excelente trabajo fingiendo que nada pasaba.

Con todo el sigilo del mundo, se coló en su habitación con extremo cuidado, tratando de no ser notada por su líder. Para su propio asombro, lo logró. Se escondió en el clóset esperando a que Shigaraki entrara, entonces, descubriría su turbio secreto.

Pasaron los minutos y entró como ella supuso.

Shigaraki caminó hasta su cama para sentarse en una orilla y frotarse la cien con cansancio, se acercó hasta el buró y de un cajón, sacó una pequeña fotografía.

Toga alcanzó a ver que en esa fotografía, el bello rostro del amor de su vida estaba capturado ahí, con una sonrisa tan radiante como el mismo sol y los ojos entrecerrados.

Qué bonitas pecas, me dan ganas de hacerlas sangrar hasta que mi dulce Izuku suplique por piedad, pensó Himiko acariciando su mejilla.

Cuando estuvo a punto de cuestionarse sobre el porqué y peor aún, la razón por la cual Shigaraki la tenía, dejó de respirar porque fue testigo de la más retorcida y genuina sonrisa de Shigaraki Tomura y para rematar, un débil sonrojo en sus mejillas.

-Estúpido, héroe.

Lo oyó decir con un sentimiento indescriptible en su voz, parecía lo más cercano a tristeza y rabia. Después, la fotografía desapareció de sus manos.

Shigaraki se recostó en el colchón y cayó rendido en un profundo sueño.

Toga nunca había estado más perturbada en su vida, ¿qué mierda había sucedido?

Pecas y cicatrices | shigadeku • fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora