3. Jadeo

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Las luces de la habitación estaban apagadas, todo se encontraba en silencio y apenas se podía distinguir el sonido del frío viento golpeando el cristal del ventanal. Sus respiraciones entremezcladas se podían escuchar si te acercabas un poco a observar.

Izuku bostezó del cansancio y se acurrucó aún más al cuerpo del hombre que estaba a su lado, éste por pura inercia, lo abrazó con fuerza para impedir que se fuera.

Cuando Shigaraki conoció a Izuku nunca imaginó que existiría un lazo tan profundo que fuera capaz de unir sus destinos para toda la eternidad, ni tampoco llegó a pensar que aunque no tuviera ese hilo en su meñique, su corazón amaría con tanta ímpetu a ese joven héroe. Nunca imaginó que podría amar así a alguien. Se sentía completamente lleno. Solo se sentía... feliz.

Después de unos segundos, Midoriya cayó profundamente dormido en los brazos de Shigaraki, y él, al ver eso, retiró unos cuantos mechones verdes que caían con delicadeza sobre su frente y los comenzó a peinar con paciencia. Le gustaba observarlo dormido, siempre que la noche caía, esperaba ansioso el momento donde su pequeño cerraba los ojos para decir en voz alta las cosas que no se atrevía a decir durante el día.

—Te quiero con toda mi vida, Izu —susurró—. Quiero estar contigo siempre.

Al cabo de unos minutos, él también terminó durmiéndose al lado de su amado.

En sus sueños no cabía lugar para otras cosas mas que para ese joven soñador de cabello verde y pecas de ensueño en sus mejillas. Desde que duerme con él, nunca más se despierta gritando y anhelando otra vida donde pueda estar tranquilo. Cuando está con Izuku sabe que tiene esperanza.

Pero esa noche había algo extraño, tenía un sentimiento de agobio en su corazón y apenas podía conciliar el sueño a pesar de que sus parpados pesaban mucho y sus ojos ardían.
En dos ocasiones dirigió la vista a Izuku, cersoriándose de que aún estuviera ahí con él. La tercera vez, un gritó desgarró su garganta y se sentó en la cama sudando frío. Retiró las sabanas de su cuerpo y distinguió en la oscuridad que Midoriya ya no estaba ahí. Tragó en seco y llevó las manos a su cabello celeste tratando de calmarse.

Comenzó a impacientarse al darse cuenta de que estaba despierto y su peor pesadilla se podría haber hecho realidad. ¿Izuku lo había abandonado?

De sus labios salió un lastimero jadeo cargado de dolor y salió de la cama, se dirigió hasta la perilla de la puerta, a punto de abrirla, pero retrocedió un poco cuando vio a su esposo entrar.

Al verlo, inmediatamente se abalanzó sobre él para fundirse en un apretado abrazo lleno de temor, deseando que no volviera a desaparecer.

—No te vayas, Izuku, no te vayas —repitió entre sollozos.

Midoriya abrazó con más fuerza a Shigaraki y esbozó una pequeña sonrisa, con la intención de transmitirle todo el amor que sentía, depositó un suave beso en su frente y dijo en voz baja:

—Siempre voy a estar contigo, Tomura... Te amo más que nada en el mundo.

No podía evitar que la inseguridad se adueñara de su razón, pero al estar tan profundamente enamorado casi era imposible. Shigaraki le dedicó una débil sonrisa.

—Te amo.

Se acercó hasta los finos labios de durazno de Midoriya, y en un suave roce de ternura, ambos se adentraron en un beso fogoso, respirando en el proceso el aroma del otro, guardándolo para sí mismos.

Seguido de esto, volvieron a la cama y no hubo más temor, tampoco sollozos de angustia, ni jadeos de medianoche.

Pecas y cicatrices | shigadeku • fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora