16. Guitarra

403 69 0
                                    

Siempre andaba a la deriva, solitario y sin temor, esperando algo que no sabía definir con exactitud. Nunca sabía qué hacer cuando veía su propia vida pasar frente a sus ojos, parecía que desde hace tiempo dejó de vivir y su cuerpo solo era un cascarón vacío, caminando en las tardes de lluvia sin tener consciencia de lo que hacía.

Con la ya conocida estaca clavada en el pecho, se levantó de la cama y se acercó hasta el viejo estuche que por años guardó en un rincón de la habitación. Sacó una guitarra negra de ahí, soplando un poco el polvo de ésta, tratando de tomarla y contemplarla como solía hacerlo. Un suspiró fatigado salió de sus labios.

Desde hace días la herida que tenía en todo su ser, dolió de otra forma y un pensamiento lo atormentaba.

Entre sus salidas fugitivas, se topó con un chico de un cabello tan alborotado como un arbusto, unos ojos de ensueño semejantes a un pequeño y frágil jade y unas pecas repartidas perfectamente en esas regordetas mejillas rosadas.

Tuvo que frotarse los ojos más de dos veces para asegurarse de que no estaba dormido ni que fuera una ilusión producto de las sustancias que consumía. No fue indiferente de lo que vio y resignándose a creer en un tonto consuelo, creyó que era la segunda opción.

Y era toda una pena para su solitario corazón, porque jamás se había sentido de esa forma.

Entre toda la multitud, aquel rostro sin nombre, entre tantos, logró aferrarse a su memoria, guardándose a sí mismo en lo más profundo de su ser.

Admiró una vez más su guitarra con las cuerdas a punto de romperse y con una ingenua esperanza, tocó encerrado en esas frías paredes la melodía que le mentiría durante el resto de su vida.

Pecas y cicatrices | shigadeku • fictober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora