Capítulo 16

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Pasé una noche muy larga, le di tantas vueltas a todo lo que estaba pasando y no conseguía tener las cosas claras. En realidad no tenía otra opción, no podía explicarle a María lo de Lucía ¿o sí? Además estaba Daniel, no podía hacerle eso, no así, de repente. Al menos si hablara con él antes… Sí, definitivamente no conseguía tener nada claro.

Conseguí detraerme gracias a que tenía demasiados pendientes. Estuve toda la mañana y parte de la tarde yendo de un lado a otro.

Cuando llegó la hora de almorzar otra vez me metí en un remolino pero Daniel me salvó de mis pensamientos, una llamada oportuna me hizo recordar que aún tenía trabajo que hacer.

—Aló Daniel —dije.

Hola José, Vienes ¿no?

—Claro, en un rato voy.

Genial, ya estamos todos aquí o casi, vamos a componer y a veces aportas cosas buenas.

—¿A veces?

Lo escuché reír pero no dijo nada más. Me despedí y terminé la llamada. Me apresuré en terminar la comida, pagué la cuenta y fuí al estudio.

Todos (menos Ricardo que aún no llegaba) estaban en el piso de la sala de ensayo, papeles por todas partes, parece que ya habían avanzado bastante sin mí.

Cuando entre en la sala, Daniel estaba cantando la canción que estado escribiendo y al parecer ya la tenía acabada. Conforme iba escuchando la letra me sentía más incómodo con ella. Esa canción era una total declaración de amor. Pero era un amor no correspondido ¿Qué está pasando por la cabeza de Daniel ahora?

El gran “speech” de los compositores (y de los que escriben, en general) es decir que se inspiran en los casos de la vida, en experiencias de otras personas, en simples ideas, cosas que imaginan, pero no es así. Siempre hay algo de uno mismo en cada canción, cada cuento, cada novela, cada poema. ¿Qué había de Daniel en esta canción?

—¿Hoy también haremos horas extras? —Pregunté para evitar hablar sobre esa canción.

—Claro —respondió Daniel —Además en un rato vienen Mary y Gabriela. Me gustaría que escucharan la canción terminada.

María viene ¿Debería irme? ¿Debería quedarme? Sí, no hay ninguna razón para irme. Y tal vez pueda aclarar algunas cosas con ella ¿Pero qué cosas? Otra vez no tuve mucho tiempo para pensar, sonó el intercomunicador y Gino fue a atender, seguramente eran ellas. Una fuerza invisible me empujó fuera de la sala hacia el pasillo. Las escuché subiendo las escaleras y luego las vi ya en el pasillo. Pude ver una sonrisa en el rostro de María justo un segundo antes de que sus ojos se cruzaran con los míos, eso me dolió.

—Hola ¿Cómo estás? —dije mientras Gabriela pasaba rápido por nuestro lado sacudiendo la mano  a modo de saludo.

—¿Bien? ¿Cómo más podría estar?

Noté sarcasmo en su voz y no lo entendí. Y no sabía que decirle exactamente, intercambiamos unas cuantas frases sin importancia antes de que nos interrumpieran. Daniel se llevó a María de la mano, no puedo explicar cuanto me desagradó eso. Todos fuimos a la sala de ensayo donde Daniel cantó otra vez la canción que acababa de terminar, aunque esta vez se esmeró en su interpretación. Al menos ahora María sabría que lo que puse en twitter es parte de una canción.

Terminó de cantar, pidió opiniones y todo se convirtió en conversaciones por todos lados… (Daniel con María y Gino con Gabriela). Yo estaba deseando estar en otro lugar.

Y todo cambió en un par de minutos. Gino y Gabriela salieron de la sala, nos quedamos solo Daniel, María y yo. Daniel me ayudó a acomodar las cosas para que ensayen mientras María simplemente miraba su celular claramente incómoda. A Daniel lo llamarón al celular y salió a contestar. Y así nos quedamos solos María y yo, noté como se puso tensa al instante, se alejó de mí y otra vez estuvo jugando nerviosa con su celular. Yo estaba frenando mi impulso de acercarme a ella, de hablarle… aun no sabía que decirle así que nada bueno ni inteligente saldría de mí en ese momento. Sin embargo…

—¿Y si te gustó la canción? —pregunté

—Ah, si… me imagino que cuando la graben quedará muy bien.

—Ahhh… y tú y Daniel…

—¿Daniel y yo qué?

—No nada, olvídalo.

—No deberías decir cosas a medias.

—Lo siento.

Ella soltó un gran suspiro antes de avanzar hacia la puerta, creí que se iría pero noté que seguía parada detrás de mí. Me giré para verla y vi que tenía el cabello enredado en una de las guitarras de la pared. Me acerqué a ayudarla… el pulso se me aceleró, nunca había estado tan cerca de ella, al menos no por tanto tiempo, cada segundo se sentía más intenso. Logré desenredarle el cabello pero la guitarra casi cae al suelo y al evitar la caída terminé más cerca de ella. Se sentía tan bien, olía tan bien. Tenía sus ojos en los míos, mis labios buscaron el lugar en donde han querido estar desde que la conocí. Nos besamos y era un sensación adictiva, en ese instante me olvidé de todo… Yo necesitaba eso y no lo sabía. Pero yo no podía tenerlo ¿no? ¿Qué pasaría si Daniel nos viera? ¿Qué pasaría si Lucía se enterara? ¡No! ¡Yo no puedo!

—Lo siento, lo siento —Le dije con la voz entrecortada.

Salí de la sala hacia cualquier lugar ¿Qué hice? ¡Soy un idiota! Después de lo que le dije ayer… No tenía que decir nada, ni hacer nada hasta tener todo claro en mi cabeza, mucho menos hacer algo como eso, no tenía ningún derecho… lo he fastidiado todo.

El otro lado de las ilusiones #ilu1.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora