Capítulo 8

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Fueron días agitados y días sin saber de María pero, para mi tranquilidad, Daniel tampoco tenía comunicación con ella. Cada día me cuestionaba que tan interesado estaba él en ella, creo que me preocupaba incluso más que descubrir la intensidad de mis sentimientos.

El día me dejó mentalmente agotado, esa es la parte de ser manager que te estresa por completo, solo quería llegar a mi casa y no hacer nada, eso de momento no iba a ser posible.

—Hola, José —Me saludó Lucia con una sonrisa.

Ella estaba justo en la puerta del estudio, estaba muy arreglada y su perfume podría olerse a una cuadra de distancia.

—Hola, Lucía ¿Qué haces aquí?

Soné más frío de lo que pretendía, pero ella no se dio por aludida.

—Estaba cerca y pensé… ya que hoy ibas a estar libre más temprano, tal vez te gustaría hacer algo por ahí.

¿Cómo sabia ella que estaría libre más temprano?

—Yo… —empecé a decir sintiéndome algo incómodo —estoy cansado, solo tenía pensado ir a mi casa, pero tal vez Daniel quiera salir.

—¿Ahora quieres venderme a Daniel?

Su expresión era de molestia y el tono de su voz cambio por completo.

—No te entiendo, creí que Daniel te gustaba… los he visto tan cercanos últimamente.

—Solo quería darte celos.

—Sigo sin entender…

—¡Tú me gustas, José! ¿Es que tengo que hacerte una pancarta para que lo entiendas?

Tal vez su confesión no me sorprendió del todo, pero sí me tomó desprevenido.

—Yo… no sé qué decirte. Me caes bien Lucía, siempre has apoyado a la banda y eso es algo que te agradezco, creo que hemos llegado a ser amigos, pero no creo que haya algo más.

—Y...

—¿Y? ¿Y qué?

—Y te interesa alguien más.

—No sé de qué estás hablando.

—Las mujeres nos damos cuenta de esas cosas, pero no creas que me rendiré tan fácilmente.

Dio media vuelta y se alejó dramáticamente, estaba muy molesta. Tal vez pude haberla detenido, no dejar que se vaya así, pero no tenía ganas de hacerlo y no me sentía mal por eso.

 Entre el día estresante y las palabras de Lucia, mi cabeza estaba por cualquier lado, llegué a casa, encendí la computadora, entre al MSN y mi remedio cayó como del cielo. María estaba conectada, unos minutos hablando con ella y ya estaba más relajado, de pronto sentí la necesidad de ampliar esa sensación, quería verla y se lo propuse. Estaba casi seguro de que me mandaría a volar, pero igual quise intentarlo. Casi estaba arrepentido de haber soltado esa invitación improvisada, pero cuando ella aceptó no podía estar más contento. Quedamos en vernos en la plaza del centro, yo no sabía muy bien qué íbamos a hacer o que le iba a decir, no tenía la más mínima idea pero confiaba en que todo fluiría de la manera más simple, si había química entre nosotros esta noche lo descubriría. Mi necesidad de conocerla se había intensificado y ahora le tenía que sumar el hecho de que quería que ella me quisiera conocer también, y eso era más complicado, mucho más difícil.

Me cambié mientras iba planeando diferentes conversaciones en mi cabeza, estoy muy seguro que eso no lo había hecho antes, estuve listo justo a tiempo y muy convencido de que esa noche no habrían silencios incómodos.

El otro lado de las ilusiones #ilu1.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora