Capítulo 28

66 4 0
                                    

No supe de Lucía por días. Solo hablaba con Carla de vez en cuando para saber cómo estaba, ella se seguía negando a ir al psicólogo y le rogó a Carla que no hable con sus padres. Carla me dijo que ella estaba comportándose bien por eso aceptó no llamar a sus padres y tampoco insistió en que busque ayuda profesional. Yo no estaba tan convencido, Lucía me estuvo llamando varias veces todos los días, hasta tuve que bloquear su número, pero me llamó desde algún otro celular. Ella dijo que solo quería verme y yo me sentía mal de negarme, así que le dije que la vería siempre y cuando ella buscara un psicólogo y ella prometió hacerlo.

Con María las cosas estaban en un punto indescifrable. La llamaba, le escribía pero ella solo me pidió tiempo. Yo acepté, yo podía esperar… al final teníamos que estar juntos yo sabía que era así.

Con Daniel era más complicado, yo decidí darle espacio y me ausenté de las grabaciones. De todos modos ya estaba casi todo listo y no era tan importante que yo estuviera ahí, igual se sentía extraño, yo siempre estuve presente en todo. Hablé una vez con él «En realidad estoy más molesto conmigo que contigo», me dijo, no lo entendí. Sabía que no íbamos a volver a ser grandes amigos de la noche a la mañana pero sabía que las cosas terminarían arreglándose.

♫♫♫

Mi celular suena pero no sé dónde está, me he quedado dormido con la laptop prendida, veo la hora, es casi media noche. Sigo escuchando que mi celular suena y logré encontrarlo, veo el nombre de Carla en mi pantalla.

—Carla ¿Qué pasa? —Le pregunté preocupado.

—Es Lucía, está encerrada en el baño, tuvo otra crisis… esta como loca… creo que ha tomado algo.

—Voy para allá.

Me puse lo primero que encontré, fui hasta la avenida a buscar un taxi, cuando ya estaba cerca a la casa de Lucía, Carla me volvió a llamar y me dijo que ya estaban yendo a una clínica, igual estaba cerca así que llegué rápido. Entré por emergencias y me la encontré en la sala de espera, podía ver en su rostro la angustia.

—¿Qué fue lo que pasó? —Pregunté.

—Ella tomó algo, sé que no fueron pastillas… algún tipo de insecticida, tal vez algo más fuerte. Encontré restos en su cuarto, ya se los di a los doctores.

—Pero ¿por qué?

—No sé qué vio… ella y yo estábamos tomando y conversando, se veía tan bien… pero se empezó a mostrar distraída, estaba hablando con alguien en el celular. Luego se descontroló y empezó a decir que tú y María estaban juntos, se encerró en su cuarto, salió solo para ir directo al baño a vomitar. Me preocupé y le toque la puerta pero no me hacía caso… fue cuando decidí entrar en su cuarto, había un vaso donde se veían los resto de algún polvo que olía muy feo. En ese momento te llamé.

Las horas pasaron muy lentas, a Lucía le hicieron un lavado de estómago y se encontraba estable. Carla se hizo cargo de todo el papeleo, insistió en eso, luego dijo que nos fuéramos a dormir, que de todos modos no nos dejarían ver a Lucía hasta la mañana.

Dormí en la casa de Lucía y volví a la clínica con Carla por la mañana. Carla estaba actuando de forma extraña, estaba como enojada, pero no estaba segura de con quién. Lucía en cambio se veía muy bien, en la clínica estaba viendo a un psicólogo y cuando le dieran de alta seguiría viéndolo. Podía sentir que al fin Lucia estaría bien.

Dos días después le dieron de alta. Carla la tramitó y se fue a trabajar, ella se seguía mostrando fría.

—No quiero ir a mi casa —dijo Lucía.

—¿Qué?

—Siento como si hubiera estado un siglo encerrada ¿Me llevas al centro comercial?

Acepté y la llevé, paseamos, compramos algunas cosas y luego ya estaba lista para que la llevara a su casa. Nos subimos a un taxi y desde dentro me encontré con los ojos de María, el mundo se me cayó a los pies.

♫♫♫

Intenté hablar con María varias veces pero ella estaba ahora más distante. Me dijo que si la iba a buscar todo iba a ser peor, tal vez no debí avisarle, ahora solo me quedaba hacerle caso y esperar.

Acompañé a Lucía al psicólogo, ya no me sentía mal por estar cerca de ella. No pasaba nada entre nosotros, solo era un amigo que se preocupaba por su amiga y ella parecía estar bien con eso. Cuando regresamos de la clínica Carla estaba en la casa, tenía el día libre.

—¿Qué trajeron para desayunar? —Nos preguntó.

Nuestras manos estaban vacías.

—Se me antoja ese pastel de higo que venden en la panadería de la esquina —Volvió a hablar Carla.

—¿En la esquina? Esta como a tres cuadras y son cuadras enormes —dije sabiendo que iba a tener que ir a comprarlo.

—Sí… yo también adoro ese pastel de higo ¿Puedes traernos dos? ¿Sí?

Carla me dio las llaves con una enorme sonrisa y me dijo que no me demore. Desde un principio supe que no tenía opción.

—Y ya que estas por ahí, tráeme duraznos porfa… —Dijo Lucía cuando casi estaba afuera.

En serio las cuadras eran largas y hacia algo de calor, pero podía distraerme. Me mantenía ocupado y así estaba menos tiempo torturándome pensando que María había vuelto con Daniel. Cuando regresé a la casa de Lucía, no había nadie en la sala, fui a la cocina y dejé ahí los pasteles y los duraznos. Pude escuchar voces que venían del cuarto de Lucía, así que fui hasta allá.

—Tienes que decirle… todo esto me está cansando, no pienso formar parte de esto —dijo Carla.

—Te puedes callar, José puede llegar en cualquier momento… —susurró Lucía.

—¡Pues bien! Ya es hora de que sepa que lo único que te lavaron del estómago fue el ron con coca cola que nos tomamos antes. Me utilizaste, Lucía. Me pusiste en medio de todo esto sin importarte como me podía sentir.

—Se supone que eres mi amiga, deberías ayudarme.

—Porque soy tu amiga te estoy dando la oportunidad de que se lo digas tú… Tal vez José no sea mi amigo pero he visto lo preocupado que ha estado. Y cuando pasó lo de las pastillas… Diablos, es que yo también estaba muy preocupada ¿Yo no te importo nada?

Hubo un silencio y yo no entendía que estaba pasando, me acerqué y ya estaba en el umbral de la puerta, pero ninguna de las dos me vio.

—Lo de las pastillas también fue una farsa ¿no?

—No recuerdo que pastillas eran, pero es un hecho que no podían matarme.

Lucía lo dijo de la forma más despreocupada del mundo, la chica que estaba viendo en ese momento no tenía nada que ver con la Lucía que había visto las últimas semanas. Y entonces ella me vio.

—José… —Dijo sin aliento y parecía que hubiera visto a un fantasma

Simplemente me di media vuelta. Había entendido lo suficiente, Lucia corrió tras de mí y me tomó del brazo.

—¿Qué escuchaste? Yo te puedo explicar.

—Suéltame Lucia ¿Qué me vas a explicar? ¿Cómo te has estado burlando de mi todo este tiempo? Manipulándome como a un idiota.

—No digas eso…

—¿Algo de lo que me dijiste era verdad?

—¡Yo te quiero! ¡Tú no entiendes! Soy la única que te puede hacer feliz…

Me zafé de ella y salí de esa casa, sabía que no iba a volver nunca más… escuché gritos detrás de mí.

—¡Basta Lucía! Tienes que calmarte, esto iba a pasar en algún momento…

—¡Suéltame perra! ¡Todo esto es tu culpa!

Ya estaba algo lejos cuando escuche que azotaron la puerta de la casa. Lucía se había rendido, hasta ella tenía que darse cuenta que ya nada de lo que hiciera iba a servir, me estuvo engañando todo este tiempo. Yo había perdido mucho por estar pendiente de una mentirosa y manipuladora, no iba a poder perdonarle eso.

El otro lado de las ilusiones #ilu1.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora