Capítulo 23

89 5 0
                                    

Pasé varios días evitando a Lucía, había aprendido más o menos como controlarla y el único argumento que me tomaba por valido era que tenía mucho trabajo. Así que eso fue lo que hice los últimos días, trabajar todo el tiempo. Casi no tenía tiempo para pensar, lo cual no era del todo bueno. Porque necesitaba pensar como resolver mis dos grandes problemas. Lucía y María, ambos tan diferentes, tan complicados. Estaba estancado, en lo único que podía pensar era que tenía que salir de esos problemas, pero no podía pensar en la forma de hacerlo.

Era temprano por la tarde y estaba solo en el estudio. Manuel (el encargado del estudio), se había ido a almorzar, pero creo que se tomaría su tiempo.

1.    Porque somos amigos y nos conoce a todos bastante bien.

2.    Porque el estudio era de la familia de Daniel, así que… básicamente podíamos disponer de él, el tiempo que necesitáramos.

Así que estaba escuchando pistas mientras esperaba a los chicos para escoger las canciones y el orden en las que irían en el disco. Estaba muy concentrado en la música, cuando la luz de mi celular me distrajo, cuando lo tomé vi que habían 5 llamadas perdidas. Yo tenía los auriculares puestos así que no había escuchado nada, el celular volvió a sonar en mi mano, era Lucía, por supuesto.

—Hola, Lucía.

—Hola… ¿Por qué no contestabas?

—No escuché las llamadas.

—¿Dónde estás? ¿Con quién estas?

—¿Esto es un interrogatorio?

—No, para nada… es que quiero verte, te extraño.

—Estoy solo en el estudio, trabajando, pero no tardan en llegar los chicos.

—Genial ¿puedes abrirme? Estoy abajo.

—¿Es en serio? Mira Lucía…

—Te espero. —dijo y colgó.

Salí y presioné el botón que abría la puerta del primer piso. Me quedé esperando a Lucía en el pasillo y ella no tardó en aparecer. Ella venia sonriendo y pareció ignorar por completo mi mal humor, enredó sus brazos alrededor de mi cuello y me dio un beso que no correspondí, como siempre. Me tomó de la mano y entramos a la sala de grabación, ahí estaba sonando una de las canciones del disco.

—Ehh, eso suena muy bien —dijo.

—Sí, ya está quedando todo listo.

—Sí, el trabajo te está secuestrando por completo —noté en su voz algo de ironía —Mira lo que tengo.

Sacó de su bolso una botella de vino.

—¡No son ni las 4 de la tarde!

—No es para ahora, tonto. Carla se ha ido a la casa de su novio y no volverá por unos días. Luego de la reunión podríamos ir a mi casa…

—No sé cuánto nos vayamos a demorar.

—No creo que se demoren mucho, además no importa la hora.

—No es una buena idea.

Lucía volvió a guardar la botella en su bolso y se quedó mirando el piso unos segundos.

—¿Por qué estás así? Estas tan frío —dijo casi susurrando.

—Estoy tratando de pensar en lo mejor para ti.

—¡Tú eres lo mejor para mí! —gritó desesperada.

Su tono de voz cambió por completo, su voz quebrada y sus ojos vidriosos, conteniendo las lágrimas.

—¡Prometiste intentarlo! Pero no lo has hecho, no lo has hecho nunca —dijo con el mismo tono angustiado.

—Yo quiero ayudarte, pero no sé qué es lo que necesitas.

—¡Te necesito a ti! Necesito que lo intentes al menos una vez.

Se acercó a mí y me besó con desesperación, podía sentir sus lágrimas tibias llegar hasta mi rostro y, por primera vez, correspondí sus besos. Terrible error, porque en un instante se volvió algo más. Ella nos acercó hasta el sofá que estaba al fondo de la sala, se sentó a horcajadas sobre mí y antes de que me diera cuenta, ya no tenía puesta la blusa. Con una mano acariciaba mi cabello y con la otra se deshacía de mi camisa. Y entonces sonó el timbre ¿Salvado por la campana? ¡¿Qué rayos estaba haciendo?!

—Deben ser los chicos… —dije.

—Daniel tiene llave —dijo ella.

—Pues entonces están sin Daniel o él no la trajo, lo cual es bueno porque no sería nada agradable que nos encontraran así.

Ella sonrió y se bajó de mí. Les abrí la puerta y me fui al baño, luego me crucé con Gino y Ricardo en el pasillo. Cuando entramos a la sala, Lucía ya estaba vestida, el maquillaje perfecto y es como si nada hubiera pasado.

Saludó a los chicos, y cuando ellos no la veían me lanzó una sonrisa coqueta, y me señaló con la barbilla su bolso. Supongo que pensando en el vino que estaba ahí. Lo que había pasado estuvo mal pero tal vez no era tan mala idea ir con ella a su casa luego de la reunión ¿Sexo por compasión? ¿Eso es lo que iba a pasar? Esto ya no podía seguir y en su casa tendríamos tiempo y espacio para aclarar todo. Lucía necesitaba ayuda, pero no mía.

El otro lado de las ilusiones #ilu1.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora