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Nivel 21
❝Encerrar, Aislar❞

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Cuando Rusia despertó, estaba todo oscuro.

Su vista tardó en aclararse, no entendía absolutamente nada. Se espantó, su respiración se tornó agitada en cuando se dio cuenta que sus brazos estaban atados hacia atrás. Se movió con fuerza, intentando así soltarse, pero era algo inútil puesto que eran cadenas y tenían candados.

Miró a su alrededor, no sabía qué lugar era ese. Al hacer memoria, lo único que se le vino a la mente era al chino golpeandolo. No sabía qué había pasado luego de eso, ¿Lo habían... secuestrado?

──¡A-Ayuda! ¡Ayuda!──fue lo único que se le ocurrió, con la esperanza de que quizás alguien lo escuchara. Sus pelos se pusieron de puntas cuando escuchó unos pasos acercarse, bajando unas escaleras, hasta estar frente a una puerta. Ahí se escuchó un ruido de llaves.

Su corazón palpitaba rápidamente. Sudaba demasiado, movía sus piernas inquieto. El piso se sentía frío, todo estaba frío, pero él estaba caluroso. Un sin fin de cosas se le pasaban en su mente, diversas torturas, puro sufrimiento.

Le recordaba a lo vivido con su padre.

Abrió sus ojos en grande al ver la figura ahí: un joven de un metro sesenta, cabellos largos, ojos penetrantes, sonrisa prolongada.

Era China.

Era su novio.

──¿Ch-China?──cuestionó. No sabría describir cómo se sentía, ya que este no sabía si se sentía aliviado o aún más asustado que antes.──Hola, mi amor~ ¿Cómo dormiste?──China caminó hacia él, hasta quedar en cuclillas en frente suya. Sonría divertido. La respiración del tricolor era cada vez más agitada, su pecho subía y bajaba con rapidez.──¿Por qué no respondes, Russha?

──Ch-China... ¿Q-qué hago aquí?──se atrevió a preguntar. China se levantó, llevando sus manos a sus cabellos. Ahí se hizo una coleta para que no molestara.──Ch-China... E-este juego no me gusta...

──¿Cuál juego, Russha?──caminó nuevamente hacia él, acercándose a su rostro.──Nunca dije que esto era un juego...──el ruso tragó saliva en seco ante lo que había escuchado. China comenzó a caminar por la habitación, revisando algunas cajas que estaban por ahí.

──¿P-por qué me ataste aquí? ¿Dónde estoy?──Rusia miraba todos sus movimientos, cada vez más asustado. El terror realmente estaba recorriendo cada parte de su cuerpo. Peor fue cuando el chino soltó una risa casi maquiavélica.

──Ay, Russha.──removía los objetos en una caja.──No me haces caso, mi amor. Mira lo que me obligas a hacer...──sacó una venda de ahí, mirándolo con una sonrisa.──No quiero que te juntes con esos idiotas, corazón. Pero no me haces caso, así que no me queda de otra que tomar estas medidas...──se acercó al ruso, pasando por su espalda. De ahí lo ató la venda en sus ojos, Rusia se movía con fuerza intentando soltarse, pero era completamente inútil.

China sabía lo que hacía.

Acaricio el cuello del ruso con sus pequeñas y frías manos, subiendo por su rostro, bajando por su pecho.──Te quedaras aquí hasta que aprendas, bebé.──murmuró contra su oído, dándole una lamida a su oreja.

China se levantó caminando hacia la puerta, girandose para así verlo una última vez.──Descansa, mi amor.──y sin más, salió de ahí.

Durante los primeros días del encierro, Rusia sentía pánico por todo. Al tener los ojos vendados, no podía ver lo que el chino hacía, y este además hacía ruidos raros apropósito para asustarlo más. Pasaba cosas filosas por su cuerpo más nunca lo dañaba, lo tocaba, acercaba sus labios pero no los juntaba.

Cada día le daba más pánico, llegaba a alucinar con ruidos y otras cosas.

Estaba paranoico.

𝗩𝗜𝗢𝗟𝗘𝗡𝗧𝗢𝗠𝗘𝗧𝗥𝗢 RUSCHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora