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Nivel 27
❝Violar❞

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Al día siguiente, Rusia no entendía nada.

Su cuerpo le dolía y no lograba comprender por qué. Intentaba rearmar las borras imagenes que su mente le brindaba de la noche anterior, pero todo era nulo. Especialmente sus caderas le dolían, se miraba en el espejo y veía chupones, mordidas.

Era evidente que habían tenido relaciones sexuales, pero no comprendía por qué no recordaba nada.

Días después, el chino forcejeaba con él ruso. Quería tener relaciones sexuales con él, pero Rusia se rehusaba, no quería hacerlo.──Ch-China! Apártate!──el ruso intentaba apartarlo, no podía entender por qué su cuerpo no respondía, no tenía fuerzas. Aparentemente, el asiático lo había drogado nuevamente, sin embargo esta droga tan sólo bajaba sus fuerzas, pero podía ver y entender lo que sucedía.

China quería verlo llorar de la angustia y el dolor.

──Cállate! Eres un estúpido! Vamos a hacerlo, escuchaste?!──dio una bofetada contra su rostro, haciéndolo caer contra el sofá de la sala, boca abajo. China se subió sobre su espalda, quitandole sus prendas con agresividad. Rusia, quien estaba totalmente aterrado ante todo lo que su mente se imaginaba, continuaba forcejeando todo lo que podía, pero aún así no tenía las fuerzas suficientes para quitarse al chino encima.

Este último se apresuró en quitarle su cinturón, atandole los brazos detrás de su espalda. Dirigió sus dientes hacia su cuello, dejando una fuerte mordida que provocó que le saliera sangre. Así fue repartiendo muchas más, bajando por la curvadura del cuello y hombro, sus hombros, espalda, cadera. El cuerpo del ruso ya contaba con varios moretones y tajos que sus uñas provocaban.

Las lágrimas ya caían por las mejillas del ruso, se sentía adolorido y demasiado indefenso. Eso era lo peor, saber que está al borde de salvarse pero no puede hacer nada. Es como estar en una corriente fuerte en un río, caes y te quedas atrapado en una piedra, con el agua por arriba de tus ojos, a tan sólo unos centímetros de poder respirar pero sin poder hacerlo.

Se sentía ahogado.

──Ch-China! déjame!──exclamó con su voz totalmente roja. Sabía que con sus plegarias no iba a ganar nada, sin embargo, en el fondo existía una mínima esperanza. Una mínima esperanza de que todo sea una pesadilla, de que el asiático se apiade de él y lo deje libre.

Pero obviamente no era así.

China retiró las prendas que le quedaban al ruso, hasta dejarlo totalmente desnudo y a su merced. Relamió su labio inferior con deseo, moviendo un glúteo del euroasiático hacia un lado, dejando ver su estrecha entrada. Apretó ambos glúteos con fuerza, dejando ahí la marca de sus dedos. Dirigió su boca a estos, dejando marcas de mordidas y chupones que no se irían si no hasta que pasaran unas cuantas semanas.

──A-ah!──gimoteó el ruso con sorpresa al sentir algo líquido en su entrada, era la saliva del chino, quien lamía esta con descaro. Rusia se sonrojó por la vergüenza, mirando al asiático sobre su hombro. Se sentía asqueroso, pero al de tez rojiza parecía gustarle. Escupía, besaba y acariciaba su entrada con descaro.

En un momento dado, China se despegó de su entrada. El tricolor soltó un suspiro relajado, aunque ese estado duró poco. Pronto notó como el más bajo sacaba de abajo del sofá una caja la cual al destapar, pudo divisar tanta cantidad de juguetes se imaginaría.──Veamos...──China fingía desconocimiento ante todos los objetos que yacían en el interior de aquella caja de tonos marrones.

𝗩𝗜𝗢𝗟𝗘𝗡𝗧𝗢𝗠𝗘𝗧𝗥𝗢 RUSCHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora